No sabía por qué había ido.
En realidad sí lo sabía, de lo que no tenía idea era por qué había hecho caso a esa insistente voz en su cabeza que le gritaba que necesitaba otra dosis de esa panadería, siendo más específico, del lirismo presente en el rostro del panadero. Desde el fondo de sus entrañas salió una determinación que jamás había experimentado, hacía bastante tiempo que no salía por voluntad propia a un sitio que no fuera la universidad, sus reuniones con Zayn y, en fatídicos días, citas con el médico para asegurarse de que el tumor que alguna vez le habían extirpado no reapareciera.
Cualquiera pensaría que después de lo que había pasado con Zayn y Perrie, Louis habría optado por rehuirle a todo rastro de apego por alguien externo, y tendrían razón, porque ahora sabía con mayor determinación que no debía dirigirle la palabra a Harry.
Simplemente hizo acto de presencia por la necesidad descomunal de verlo.
Así que ahí estaba, con los pies firmemente plantados frente a la entrada de la panadería de los Styles, porque tal vez, y sólo tal vez, había memorizado el camino.
Y quizás existía la posibilidad de que hubiera caminado a tal velocidad que rozaba en el trote, temiendo que en caso de caminar acabaría por volver sobre sus pasos, y aunque eso habría sido lo mejor, él no quería perderse la oportunidad de ver al panadero de cabello rizado.
Le aterraba estar a la intemperie solo y no supo si ese fue el verdadero motivo por el cual le tembló la mano al momento de empujar la puerta para entrar al local o si se debió a la urgencia de las palpitaciones en su pecho por desbocarse ante la presencia anhelada.
El exquisito aroma le atacó las fosas nasales, llenando sus pulmones de esa armonía hogareña que ahora también se combinaba con un aire a canela, el calor que los hornos despedían desde la cocina era tan cómodamente abrasador que alcanzaba a envolver en un manto amoroso la atmósfera del negocio. Había una vibra navideña en pleno otoño, y eso distaba mucho de disgustarle a Louis, especialmente cuando navidad era de las pocas festividades que él disfrutaba verídicamente, y era por un motivo tan egocéntrico como que nochebuena coincidía con su cumpleaños.
Se dejó consentir por la calidez, permitiéndose cerrar los ojos por un instante. Los abrió cuando cayó en cuenta de que Harry podría estar cerca y se lo toparía observándolo fijamente si seguía parado en plena entrada.
Lo buscó con sutiles movimientos de cabeza, alargando también el cuello para no tener que desplazarse tanto, pero simplemente se topó con el rubio que estaba originalmente destinado a cobrarle en su primera visita, había visto que llevaba una buena relación con Harry, posiblemente era su amigo, así que no andaría muy lejos.
Caminó con pasos cortos para tantear perímetro, acercándose cada vez más al mostrador. Se detuvo de golpe cuando apreció la alta figura de Harry de espaldas, escribiendo algo en una nota adhesiva que pegó en una pared llena de lo que parecían ser pedidos.
Sintió los latidos de su corazón paralizándole el cuerpo, su falta de respiración lo habría dejado pálido de no ser por el ardor que se hizo presente en sus mejillas y que le informó que estaba ruborizándose. Infló su pecho varias veces para intentar estabilizarse, pero sólo consiguió que las piernas comenzaran a hormiguearle.
Cuando Harry volteó para decirle algo a su compañero, el pánico devoró a Louis, haciéndolo precipitarse a ocultarse detrás del estante de bollos. Se había vestido con el objetivo de pasar desapercibido: una gorra volteada hacia atrás y una sudadera amplia, aunque ya que lo pensaba su actitud sería su principal enemiga, no su indumentaria.
Ya en su escondite tuvo el ángulo perfecto para admirar a Harry, registrando mentalmente cada detalle de esa definida mandíbula, sintiendo una inconsciente sonrisa al ver que también ese día llevaba una bandana pero ésta vez era de color negro, en afinidad con su camisa blanca y contrastando perfectamente con el azul cielo de su delantal. Harry sin duda era de esas personas que no se perdonarían cometer fallos garrafales en los colores de su ropa, y eso le robó un suspiro al de los ojos cian.
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Golden Words| L.S
RomanceEntre las amplias paredes de una panadería de Londres, oculto sin el afán de esconderse, un chico de caireles color hojas oscuras de otoño se dedica a obsequiar su sonrisa y hasta trozos de su corazón a los clientes, en consecuencia caen por embeles...