—Os juro que, si pudiera, me arrancaría la piel —dije mientras aleteaba el borde de mi camiseta para intentar darme algo de aire fresco en el vientre.
—Y que llueva casi todos los días, pues no ayuda —suspiró Priya abanicándose con la mano.
Hacía calor. Hacía mucho calor. Solo era media mañana, pero el infierno que estábamos sufriendo era insoportable. No recordaba que los días de junio en Japón fueran tan sofocantes, aunque el problema no era la temperatura, no debían de hacer más de 25 o 27 grados, pero la humedad era muy densa. Al haber vivido la mayor parte de mi vida en la costa creía estar preparada para este clima, de hecho, en Valencia solíamos quejarnos mucho de eso, pero aquello no era nada comparable con lo que estaba viviendo.
En las últimas dos semanas llovía prácticamente todos los días, cuando no lo hacía la humedad volvía el aire casi irrespirable y una sensación pegajosa te acompaña las veinte y cuatro horas.
Priya, Akxel y yo estábamos sentados en un banco en los jardines de la universidad y a pesar de que gozábamos de la sombra de un árbol, cualquiera que pasara por delante de nosotros vería que nos íbamos a derretir de un momento a otro.
—Akxel, en serio, me estás asustando —dije mirándolo.
El noruego llevaba unos treinta minutos sin hablar, estaba rojo y podía ver como gruesas gotas de sudor se le acumulaban en la frente y otras le resbalaban por la nuca. Miraba fijamente a la nada y sus cejas se movían con pequeños tics que hacían bailar su rostro entre infinitas expresiones.
—Estoy bien —susurró sin mirarnos.
—Lo que estás es a punto de hervir, parece que vayas a explotar —dijo Priya mientras se inclinaba hacia él para mirarlo mejor.
—Estoy bien —volvió a repetir con el mismo tono.
—¿Alguien me puede recordar porque estamos aquí fuera coqueteando con la muerte? —pregunté.
—Porque estamos esperando a Rokuro.
—¿Y no podemos esperarlo en otro sitio? Dentro de la cafetería, por ejemplo.
—Pero es que habíamos quedado con él aquí.
—Pues como tarde más nos va a encontrar secos como las momias.
—Vale, tienes razón —dijo Priya después de unos segundos de silencio —. Ahora le envío un mensaje y que vaya allí cuando termine, ¿vamos dentro?
—Por favor —dijo Akxel levantándose lentamente.
Me levanté de un salto y con media sonrisa le di unas palmaditas de consuelo en la espalda mientras caminábamos en dirección a la cafetería, estaba claro que Akxel no llevaba bien esta temperatura. En realidad no me sorprendía, él venía de una de las zonas más al norte de Noruega por lo que estaba más cómodo con los grados que salían de su nevera que con los que caían sobre nosotros en ese momento.
—¿Esa no es Himeko? —preguntó nuestra amiga.
Parada en mitad de camino, Priya nos señaló con la cabeza en dirección a lo que miraba y aunque en un principio su observación me animó, su cara entre curiosa y preocupada hizo que me alterara antes de girarme a mirar.
A unos metros de nosotros Mai y Yumiko hablaban acaloradamente. Aunque esa no sería una descripción correcta de la escena, Yumiko parecía furiosa y hablaba tan alto que, incluso estando a bastantes metros de ellas, nos llegaban algunas palabras. Por el contrario, Mai no parecía que hablara, se limitaba a mantener una postura erguida, pero firme que intentaba esconder lo alterada que debía estar.
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Entre vosotros y yo (En Hiatus)
RomanceObligada a dejar España y viajar a Japón para vivir con una madre a la que apenas conoce, Ona solo quiere terminar sus estudios y volver a casa, hasta que Mai y Kyo se cruzan en su camino. Tan distintos como el fuego y el hielo, cada uno la atrae de...