Me sentía incomoda en mi propia casa.
Había pasado poco más de una semana desde que Kyo me había besado y durante todo el tiempo él había actuado como si no hubiera pasado nada. Su amnesia me ponía de los nervios, sobre todo porque seguía con sus impertinentes frases subidas de tono que intentaban desestabilizarme todo el tiempo.
La mayoría de las noches cenábamos solos y eso creaba un ambiente tenso entre los dos, en esas noches había procurado subir a mi habitación en cuanto terminaba de cenar para intentar acortar la agonía todo lo posible. Durante un par de ocasiones, Kyo se había retirado primero y yo aprovechaba para sentarme a ver la tele o simplemente leer en algún sitio que no fuera mi habitación, pero al poco tiempo él volvía y se sentaba a mi lado demasiado cerca. Nuestro sofá era enorme, pero siempre procuraba tocarme de alguna manera, ya fuera con la mano cuando pasaba el brazo por detrás del respaldo y esta quedaba que manera que sus dedos casi rozaban mi hombro o cuando aprovechaba el espacio y se tumbaba, dejando su oscuro pelo a un par de centímetros de mi muslo.
Solo pude relajarme un poco el fin de semana, ya que tal y como me había dicho Priya, el club de senderismo organizaba rutas todos los sábados por la mañana que se alargaban hasta la noche, cosa que aprovechaban para acampar y volver el domingo a mediodía. Mi madre confesó que tenía trabajo que hacer, pero que quería quedarse conmigo para que no me sintiera sola y yo le recordé que no tenía siete años y que no debía cambiar sus planes por mí, estaría bien y necesitaba algo de tiempo para mí, cosa que pareció aceptar finalmente.
Aproveché todo el día para dedicarme a organizar los restos de la mudanza que habían llegado durante la semana; rápidamente supe que me iba a faltar espacio en la librería, guardé el resto de mi ropa y en general me dedique a mí. Me di un largo baño mientras leía mi libro favorito, Fahrenheit 451, y escuchaba música, mi mente ni siquiera podía imaginar un mundo donde los libros estuvieran prohibidos tal y como lo planteaba Bradbury. La literatura me había dado tanto y me había pedido tan poco a cambio que el mero hecho de vivir en un mundo sin ella era impensable.
Por la noche pedí algo para cenar y decidí comérmelo en mi habitación mientras veía una serie en mi portátil. La luz de la habitación de Mai estaba encendida desde hacía horas. Había descubierto que nuestras habitaciones estaban una en frente de la otra hacía apenas un par de días, porque aunque siempre tenía una ligera cortina echada sabía que la figura que se movía dentro era la de ella.
Una vez terminé de cenar, encendí la lámpara de luna y me acomodé en la cama con el portátil para seguir viendo una serie a la que no prestaba especial atención con las luces apagadas.
Durante estos días Mai se había vuelto casi una obsesión, me pasaba las clases mirándola y preguntándome cómo alguien tan brillante podía ser tan inepta socialmente. Mai sabía perfectamente que la observaba porque no me molestaba en ocultarlo cuando me devolvía la mirada, incluso había descubierto que tenía un tic cuando se ponía tensa. En alguna ocasión que nuestras miradas se encontraban, Mai giraba la cara en dirección opuesta a mí y se pellizcaba el borde superior de la oreja con delicadeza. Sabía que lo hacía cuando se ponía nerviosa o se concentraba, ya que en un pequeño simulacro de examen la vi hacerlo durante un buen rato, también lo hacía en la biblioteca cuando estudiaba y recuerdo haberlo visto el primer día que nos conocimos mientras me ignoraba.
Le había preguntado todos los días si quería comer con Priya y conmigo, pero siempre respondía que tenía que hacer cosas y desaparecía, incluso hacía un par de días, Priya no pudo acompañarme en la comida y pasé toda la hora buscándola sin encontrarla. Me intrigaba mucho a dónde podía ir durante ese rato, pero cuando se lo pregunté pasó de mí totalmente y ni me contestó.
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Entre vosotros y yo (En Hiatus)
RomanceObligada a dejar España y viajar a Japón para vivir con una madre a la que apenas conoce, Ona solo quiere terminar sus estudios y volver a casa, hasta que Mai y Kyo se cruzan en su camino. Tan distintos como el fuego y el hielo, cada uno la atrae de...