¿Pero quién cojones había estado jugando al fútbol con mi cabeza?
Un intenso dolor se clavó en mi cerebro cuando intenté abrir los ojos, la luz del flexo que había en el techo era demasiado intensa para mis pupilas y tuve que parpadear varias veces para acostumbrarlas a la claridad.
— Estás despierta —oí que alguien me decía cerca de mí.
Tapándome los ojos con una mano y presionando mi sien con la otra la única contestación que pude decir fue un leve gruñido de dolor. Me sentía horrible, como si hubiera estado clavando clavos a cabezazos. Después de varios segundos al fin pude abrir los ojos y vi que ya no estaba en el almacén, sino en una pequeña habitación blanca y azul claro, sobre una cama rodeada de cortinas.
Me incorporé despacio y la cabeza volvió a darme un picotazo de dolor antes de ver que Mai estaba sentada junto a mi cama, en una silla metálica, abrazada a mi mochila de piel. La preocupación se reflejaba en su cara y, medio escondida detrás de mi mochila, no dejaba de mirarme.
— Joder —mascullé por el dolor—. ¿Estoy en el hospital?
— No, estás en la enfermería de la universidad.
— ¿He dormido mucho? —pregunté con una ligera sonrisa, pero Mai no me la devolvió.
— Dos horas más o menos.
— Madre mía... —susurré mientras me masajeaba las sienes—. ¿Llevas ahí sentada todo el rato?
Mai no contestó, se limitó a seguir inspeccionándome con una mirada que bailaba entre la preocupación y el enfado, cuando iba a disculparme por preocuparla se levantó.
— Voy a avisar a la enfermera —dijo al dejar mi mochila sobre la silla—. Han llamado a tu persona de contacto. Tu prometido está fuera hablando con tu madre, entrará en seguida.
— Sí, vale... —dije cerrando los ojos—. Espera, ¿prometido?
En cuanto terminé la pregunta Kyo corrió la cortina de un tirón y me lanzó una de sus estúpidas sonrisas.
— Hola, mi florecilla —dijo acercándose a los pies de la cama.
— ¡Tú! —grité al tiempo que le lanzaba una de las almohadas que tenía detrás—. ¡Puto payaso! ¿Se puede saber qué mentira le has contado?
Kyo atrapó la almohada antes de que le golpeara y la gastó como escupo al tiempo que se reía.
— Solo le he dicho la verdad —dijo con una sonrisa maliciosa—. Que hace dos meses no nos conocíamos, que nuestros padres nos presentaron, que dormimos en la misma casa y que nuestra relación es especial. El resto lo ha supuesto ella solita.
— Y por supuesto tú no las has corregido, ¿no? —grité—. ¡Yo te mato! ¿Por qué no le has dicho que somos hermanos, idiota?
— ¡Oye! —dijo fingiendo falsa ofensa—. Yo considero que ser hermanos es algo especial.
— Más te vale que no me dejen irme a casa ahora mismo, porque como te pille te van a salir volando los dientes como una bandada de palomas —le amenacé al tiempo que le tiraba la otra almohada.
Kyo la bateó con la suya y esta salió disparada hasta la cara de la enfermera que acababa de entrar. Los tres quedamos paralizados, sorprendidos por la aparición de la mujer y preparados para recibir una bronca monumental.
— Veo que se encuentra mucho mejor, señorita Daiko —dijo con un gesto tranquilo mientras recogía la almohada del suelo y la depositaba a los pies de la cama.
— Lo siento mucho —intenté disculparme.
— No se preocupe, me alegra verla tan despierta —dijo al tiempo que se giraba hacia Kyo y le tendía la mano para que le diera la almohada—. Siendo el centro de atención como siempre, señor Daiko.
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Entre vosotros y yo (En Hiatus)
RomanceObligada a dejar España y viajar a Japón para vivir con una madre a la que apenas conoce, Ona solo quiere terminar sus estudios y volver a casa, hasta que Mai y Kyo se cruzan en su camino. Tan distintos como el fuego y el hielo, cada uno la atrae de...