Capítulo 2. - 1ª Parte

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Joder. Mierda. Joder.

Llegaba quince minutos tarde a la reunión que tenía con el director de mi nueva universidad. Me había puesto el despertador pronto para salir con tiempo, pero también me había hecho un lío con el metro y terminé en una estación que estaba bastante lejos de mi destino.

Además, cuando bajé esta mañana a desayunar mi madre había preparado todo un desayuno al estilo japonés, con arroz, pescado y demás. Estaba agradecida, pero apenas puedo mantener los ojos abiertos por la mañana ¿cómo iba a comerme todo aquello?. Había estado toda mi vida en un país donde el desayuno estándar era un café bebido de un trago y salir cagando leches de casa.

Después de disculparme, salí de casa pensando que, en el trayecto, pasaría por alguna cafetería y pediría un café con leche o algo para desayunar de camino, pero terminé tardando tanto en llegar que ahí estaba yo, corriendo por la calle, sin nada en el estómago y llegando tarde.

La gente se apartaba a mi paso y me miraban con una mezcla de curiosidad y enfado, pero no tenía tiempo de preocuparme por los modales japoneses, tenía que llegar ya.

Crucé la gran valla de entrada al campus y no me paré a mirar nada, me había estudiado el plano y sabía donde estaba mi edificio. Corrí hasta llegar delante y me detuve a recuperar el aliento, por suerte para mí, el día era fresco y aunque había corrido mucho apenas había sudado. Una chica muy bien arreglada que había en la recepción me indicó donde estaba el despacho del director y no lo hice esperar más. Llamé a la puerta y esperé.

— Pase —dijo una voz al otro lado.

— Muchas gracias, con su permiso —dije mientras empujaba con delicadeza la puerta y entraba en la estancia.

El despacho del director era grande, con una mesa enorme y pesada de una madera oscura que miraba en mi dirección. Detrás de la mesa había toda una pared de estanterías repleta de libros y algunos objetos de decoración. La luz entraba por todas las ventanas que cubrían la pared que daba a los jardines del campus y había un par de plantas verdes distribuidas por la habitación. Detrás de la mesa había un hombre de unos cincuenta y tantos sentado en una silla de piel negra.

Era corpulento y calvo, llevaba gafas y un traje con chaqueta y corbata gris a juego. Permanecía muy serio y en cuanto entré se levantó despacio para saludarme con una ligera reverencia, yo le imité, pero con una más grande, había llegado tarde y lo último que quería era faltarle al respeto aquel hombre. 

Mientras se sentaba me indicó con la mano que me sentara en una de las sillas que había frente al escritorio y me inspeccionó de arriba a abajo. Parecía sorprendido al verme en persona, era cierto que para el examen de ingreso no había que adjuntar ninguna foto y aunque sí envié una tipo carnet para el expediente, estaba segura de que era la primera vez que me veía en directo. Apretó ligeramente los labios y por su gesto no pareció gustarle demasiado lo que había visto. Empezábamos bien.

— Disculpe el retraso, espero no haberle hecho esperar demasiado —empecé a disculparme al mismo tiempo que me sentaba.

— No se preocupe, pero confío en que no vuelva a pasar. La puntualidad es imperativa en nuestra institución y no esperamos menos de alguien con unas calificaciones cómo las suyas —dijo con una voz tranquila mientras sacaba de un cajón un dosier.

— No volverá a pasar, se lo garantizo —me disculpé de inmediato.

El hombre parecía estricto y pasó unos minutos observando lo que estaba segura de que era mi expediente sin decir ni una palabra, pero no me iba a dejar intimidar, dejé mi mochila en el suelo junto a mi silla, crucé una pierna por encima de la otra y me enderecé mostrando la mejor sonrisa de niña buena que tenía.

Entre vosotros y yo (En Hiatus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora