«Necesito espacio», pensé. «Necesito salir de aquí.»
Caminaba a grandes zancadas por las calles, sin rumbo fijo. El aire se me escapaba de los pulmones y no conseguía que volviera a entrar, el pitido en mi cabeza se había vuelto ensordecedor y sin darme cuenta empecé a correr.
No recuerdo cómo llegué al parque, el olor a flores junto a la humedad de la noche se mezcló con la brisa y me impregnó la boca mientras intentaba recuperar el aliento a grandes bocanadas. No había corrido en toda mi vida y me había dado por correr en ese momento.
Despacio me acerqué hasta un banco y me descargué sobre él, al principio dejé caer la espalda sobre el respaldo, echando la cabeza atrás, pero poco tardé en incorporarme, apoyando los codos sobre mis rodillas y enterrando la cabeza en la confortable cueva que había creado con mis brazos.
Cerré los ojos, intentando controlar mi respiración despacio como lo hacía con el arco, la cara me ardía y me palpitaba la cabeza. Por una parte la culpa la tenía la carrera contra mi misma que acabada de echar, pero por otro lado no podía quitarme de la cabeza la mirada de mi madre. Había sido dura, muy dura, eso lo tenía claro. Tantos años de poner buena cara y encogerme de hombros habían terminado en un huracán de acusaciones, furioso y más destructivo de lo que nunca pretendí que fuese.
«¿Y ahora que voy a hacer?», me lamenté en silencio.
Mientras me revolcaba en mi propia miseria y comprobaba que me había dejado en casa tanto el móvil como los auriculares, oí que alguien se acercaba.
Genial. Ona Daiko, asaltada en pijama después de una rabieta por tonta, eso es lo que pondrían en mi tumba. Abrí los ojos y levanté un poco la cabeza, para poder ver la cara de mi verdugo, pero en cuanto mis ojos conectaron con los suyos volví a enterrar la cabeza en mi fortaleza de brazos y suspiré con fuerza.
-¿Qué haces tú aquí?
-He salido a tirar la basura -dijo Kyo con suavidad, manteniéndose a una distancia prudente de mí.
-Un poco lejos para tirar la basura.
-Quizás -dijo antes de acercarse-. ¿Puedo sentarme?
-Claro.
Kyo no dijo nada, solo permaneció allí sentado, a mi lado mientras mis pensamientos iban a mil por horas y cada vez se volvían más oscuros. En cuanto conseguí tranquilizarme un poco, abrí los ojos y recosté la cabeza en una de mis manos al mismo tiempo que dejaba caer el otro brazo en mi regazo.
-Menudo espectáculo, ¿verdad? -pregunté sin mirarlo.
-Meh, no ha estado mal, pero no me van las películas de drama -explicó, provocándome una débil carcajada.
-¿Y qué piensas?
-No conozco del todo la historia -dijo Kyo mientras pensaba una respuesta-, pero creo que has sido... dura.
-Ya... -suspiré-, yo también.
La noche estaba muy tranquila y calmada, a nuestro alrededor el sonido de las cigarras anunciaban la llegada del verano y rompían el silencio, entonando una canción estacional que me resultaba relajantemente nostálgica.
Kyo, con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera, seguía callado y aunque su mirada permanecía la mayor parte del tiempo en un punto lejano delante de nosotros, me lanzaba fugaces vistazos, esperando a que fuese yo la que hablara, pero no lo hice.
-¿Te he contado alguna vez por qué mis padres se divorciaron? -preguntó de repente.
-No -respondí antes de girar mi cara hacia él.
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Entre vosotros y yo (En Hiatus)
RomansaObligada a dejar España y viajar a Japón para vivir con una madre a la que apenas conoce, Ona solo quiere terminar sus estudios y volver a casa, hasta que Mai y Kyo se cruzan en su camino. Tan distintos como el fuego y el hielo, cada uno la atrae de...