I. Una cita a fuerza
Harry Potter despertó con el sonido de unos platos rompiéndose, a tientas buscó en la oscuridad sus anteojos sin poder encontrarlos. Se lanzó por su varita susurrando un simple conjuro para que la habitación se llenará de luz. Parpadeo un par de segundos sin recordar dónde estaba.
—¡Kreacher! —gritó al recordar que a duras penas había llegado a su casa en el número 12 de Grimmauld Place la noche anterior. —¿Qué se te ha caído ahora?
El elfo doméstico que después de casi cuatro años de haberse convertido en el sirviente de Harry, seguía sin aceptar dicha condición. Pues, su nuevo amo no solo era un mestizo sino que también un traidor a la sangre; hacía todo lo posible para molestar a Harry cuando este llegaba con resaca, tras una intensa noche de fiesta.
—Fue un accidente, un accidente… amo. —Casi se atraganta con esas palabras.
—Sólo ten más cuidado, ¿de acuerdo?
—Sí, amo.
Harry volvió a subir las escaleras para dormir un rato más. En unas horas volvería a salir para celebrar el cumpleaños número 21 de su amigo Creigh. Había prometido asistir a su fiesta, realmente no podía negarle nada al chico al que se había unido tanto en tan pocos meses. Sin mencionar que la celebración se llevaría a cabo en un club de prestigio al que pocos magos tenían acceso.
Ser el elegido, el niño que sobrevivió y el héroe del mundo mágico tiene sus ventajas, Harry no podía negar aquello.
Cuando por fin se dignó a levantarse de la cama pasaban de las cinco. Tenía que estar en el club a las 8:30 p.m., suficiente tiempo para comer algo y prepararse. Sabía que su escritorio estaba lleno de cartas de sus amigos, de los Weasley y de varias personas del Ministerio que estaban interesados en que se uniera a los Aurores. Hacía tres años que respondía lo mismo: "estoy pensándolo".
Harry apenas toleraba verse en el espejo, su imagen se había vuelto un tanto descuidada y prefería dejarse la barba porque al menos así no sentía que el viejo Harry estaba juzgando cada una de sus decisiones. Simplemente, quería olvidar todo lo que había hecho y todas las responsabilidades que estaban esperando a que él se hiciera cargo. Incluso Hermione se había dado por vencida en su intento de hacerlo entrar en razón, en las pocas veces que se veían se limitaba a fruncir los labios y marcharse murmurando cosas por lo bajo.
Tal vez por eso había dejado de verse con ella, y con Ron o cualquier amigo cercano que haya intentado hablar con él sobre su nuevo comportamiento. Los alejó porque no necesitaba que nadie le recordará que se había vuelto un libertino, un fiestero que estaba derrochando la pequeña fortuna que le habían dejado sus padres y el enorme patrimonio de la familia Black. Ya tenía al Profeta para que dijeran esas cosas, no necesitaba otra voz acusadora entre la multitud.
—Amo, llegó esta carta para usted.
—Déjala en la mesa, por favor. —Cada vez que veía a Kreacher trataba de recordar las palabras que tiempo atrás le había dicho Dumbledore sobre tratarlo como una persona y no como un esclavo. Por eso era lo más amable que podía con él, aunque a veces el elfo se lo ponía muy difícil—. ¿Podrías ayudarme con el nudo de la corbata, por favor?
—Sí, amo.
Chasqueo los dedos y un nudo perfecto apareció en su cuello. Le agradeció y le pidió que le contara sobre sus planes para esa noche; el pobre elfo no hacía mucho más que hablar con el retrato de la Señora Black y limpiar todas las porquerías con la que había adornado su casa y que ahora pertenecían a Kreacher, y este guardaba en su alacena bajo la caldera. Harry se había asegurado de hacer un hechizo para expandir el lugar y así no tendría que escuchar objetos caer cada vez que el elfo se moviera en su cuarto.
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Amor entre serpientes y leones: Hansy.
FanfictionDespués de la guerra, Harry Potter ha decidido vivir la vida que estuvo a punto de perder en múltiples ocasiones, claro que después de un par de años sacando provecho de ser "El elegido", su mundo da un giro de 180° cuando Andrómeda Tonks fallece, l...