• - Q U I N C E - •

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POV JULIANA BENÍTEZ

El viento cálido golpeaba con fuerza mi cara, mientras mi respiración se volvía cada vez más agitada. No sabía adónde estaba yendo, ni tampoco me importaba, solamente tenía el objetivo de huir lejos de aquella escuela, y de Evelyn.

Ignoraba el dolor en mis rodillas, y seguía corriendo por las calles vacías, buscando dejar de sentir aquel pesar en mi interior, el cual se hacía más intenso al pasar los segundos. Pero luego de varias cuadras, frené para respirar hondo y poder recuperar el oxígeno. Necesitaba descansar, y convencerme de que nada de lo que estaba ocurriendo era real, y solamente era una pesadilla en donde no podía despertar.

¿Por qué no me di cuenta?

Evelyn estaba tan distante, tan fría, tan... Lejos de él.

La vista se me tornó borrosa por un instante, y sentí como mis mejillas comenzaron a humedecerse. Traté de sentarme en el escalón de la vereda, y controlar el aire en mis pulmones el cual empezaba a desequilibrarse.

Estaba ignorando a Valentín. Ella intentaba alejarse de él.

¿Por qué no quiso decirme nada? Siendo su mejor amiga, y luego de habérselo preguntado tantas veces, ¿qué cosa se lo impedía?

Tuvo la oportunidad, pudo hacerlo, pero decidió mentirme. ¿Por qué no podía confiar en mi?

Todo eso hizo darme cuenta que yo no estaba equivocada en nada... Desde hacía un tiempo notaba que algo extraño ocurría, entre sus actitudes y cambios de humor cuando estaba conmigo, sabía muy bien que algo me estaba ocultando. Pero, cuando comencé a sospechar de qué se trataba, decidí negarlo.

Tenía miedo.

Me daba mucho miedo saberlo, y quedar hecha pedazos, como me encontraba. Decidí quedarme callada ante las situaciones, y no admitir lo que podría estar pasando. Era mi mejor amiga, no me lo ocultaría... Eso creía.

Cuando los ojos vidriosos de Eve me miraron fijamente, supe que mi mundo se caería a pedazos. No podía escucharlo, tenía que evitarlo, no quería terminar con el corazón roto, llena de sufrimiento, aceptando aquella realidad la cual me pegaba igual que una gran bofetada en la cara. Así que huí, como si todo fuese a solucionarse por escapar de ello, no quise hacer otra cosa más que salir corriendo muy lejos de allí.

- ¿Estás bien? - Me preguntó una mujer que pasaba por ahí, viéndome llena de lágrimas frente la calle.

Asentí con la cabeza y limpié mis ojos rápidamente. Por un momento me había olvidado que me encontraba en pleno espacio público. Las personas pasaban y me echaban miradas curiosas, pero no les daba importancia.

- Si, gracias...

Me levanté de la vereda y comencé a caminar, más tranquila, con la cabeza gacha y la nariz enrojecida. No estaba tan lejos de mi casa, por lo que decidí continuar el camino a pie, e intentar despejarme un poco de todo lo ocurrido.

"Ya te dije que no me pasa nada."

Su voz retumbaba en mi mente. Definitivamente era imposible pensar en otra cosa. Era un sentimiento de dolor tan fuerte y tan reciente, que costaba mucho ignorarlo de cualquier forma. Tanto como querer evitar las lágrimas saliendo de mis ojos, o la presión en el pecho que sentía al recordar.

Cuando llegué a mi casa, tapé mi cara para eludir las preguntas obvias que podían salir de mis viejos. Obviamente no funcionó, mis ojos estaban hinchados y la nariz totalmente roja al igual que los labios. En ese momento, envidiaba a las personas que lloraban y no se les notaba para nada en la cara, en cambio yo, tenía que ponerme como un tomate siempre.

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