• - D I E C I S É I S - •

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Pov Evelyn García

— Si, está acá conmigo, wawa. — Contesté en la llamada, con la vista fija en el castaño borracho quien tomaba café en mi sillón. — ¿Quieren que llame a su viejo?

¡No! — Escuché que gritaron al unísono desde el otro lado, y reí por su desesperación. — Valen se quedaba en lo de Tadeo hoy, y si Ale se entera de su estado, lo mata.

— ¿Y qué se supone que haga? — Bufé algo frustrada por la situación en la que estaba metida.

Tenía a Valentín Oliva en mi casa, a las tres de la mañana, oliendo completamente a alcohol, y preguntándose porqué todo a su alrededor daba tantas vueltas. Lo peor de todo para mi, era mi mamá; en ninguna escena de mi cabeza terminaba bien el hecho de que ella nos descubriera, y nos viera de esa manera. Quién sabe qué podría imaginarse, y ni hablar de las consecuencias que podría tener yo después. Por dentro rezaba para que esa mujer no despertara de su profundo sueño con Brad Pitt, mínimamente hasta que Valentín se fuera de la casa.

Apenas termine la fiesta, lo vamos a buscar entre todos y lo traemos para acá. — Me dijo la wawa luego de una pequeña conversación con los pibes, poniéndose de acuerdo. — ¿Podes quedarte con él, Eve?

Suspiré profundamente y me quedé pensando un poco para asegurarme de que no iba a arrepentirme de mi decisión luego (aunque seguramente lo terminaría haciendo igual). Las fiestas de Tadeo solían acabar a las 6 de la mañana, lo que significaba que debía permanecer con el borrachín tres horas más. No me disgustaba la idea de quedarme con Valentin, pero dado las circunstancias en las que estábamos, me parecía todo muy complicado y arriesgado...

— Si, puedo. — Y no me importó nada.

¡Buenísimo! — Se alegró soltando un pequeño chillido. — Cualquier cosa, llamanos, Eve, no lo dudes.

— Está bien, gracias. — Sonreí levemente y corté el teléfono, comenzando a ponerme nerviosa luego de notar la mirada somnolienta de Valentín, sobre mí.

Me acerqué al castaño sin emitir sonido, y me senté a su lado provocando que éste sonriera.

— Que linda que sos. — Soltó, sin ni una muestra de duda en sus palabras.

Mis mejillas comenzaron a tornarse rojas, y estuve a punto de putearlo por la vergüenza que empezaba a generarme, pero recordé que las palabras en su boca estaban fuera de su control gracias al estado de ebriedad que tenía encima, el cual se encargaba de manejarlo.

— C-Callate, Valentín. — Desvié mis ojos hacia otro lado, y carraspeé, aclarando mi garganta para volver a hablar. — En un rato te vienen a buscar tus amigos.

El chico formó un mini puchero, logrando que yo contuviera una sonrisa. Hacía ya un tiempo que no me reía de sus pequeñas boludeces, y debía admitir que lo extrañaba. Me había acostumbrado a pasar el tiempo con él, y luego del distanciamiento que hubo entre nosotros, me estaba sintiendo bien al tenerlo junto a mí.

— ¿Por qué me echas? — Soltó con un tono medio triste, como si fuera a llorar en cualquier momento. — Yo quería quedarme acá, con vos.

Yo también quería, pero no podía hacerlo. Apartando las obvias razones, yo debía olvidarme de aquel pibe que daba vuelta todo mi mundo. Ignorando el momento en el que nos encontrábamos, la situación entre nosotros y entre Juliana seguía siendo una gran complicación en mi vida, y no podía simplemente fingir que no ocurría nada, cuando todo estaba más enredado que nunca.

— No, Valen. — Le respondí con seriedad, pero no le dió tanta importancia.

El castaño apoyó su cabeza en mi hombro, tirándose como si estuviera completamente cansado, e hizo que yo me balanceara un poco en el lugar por su peso puesto sobre mí. — Dale, no seas mala conmigo.

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