• - D I E C I S I E T E - •

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Los pájaros cantaron y yo ya estaba despierta.

Aquella mañana había sido una de las pocas en la que no me costó levantarme de la cama. Tenía un revuelco en el estómago que me inquietaba, y a pesar de ser un día bastante frío, el calor de mi cuerpo era mucho mayor.

Era el día en el que volvería a la escuela. Luego de aquel fin de semana totalmente intenso, debía volver al aula compartida con las dos personas por las que estuve llorando durante tres días enteros.

No me sentía preparada para afrontar a Juliana. No quería ver la cara entristecida de Valentín. No podía evitar sentir un temblequeo en las piernas imaginando el momento en volver a verlos, y no saber qué hacer o qué decir.

Abrí la puerta del baño con pocas ganas, y me acerqué al espejo para tomar torpemente el cepillo de dientes. No había pegado un ojo en casi toda la noche pensando en lo ocurrido con Valentín Oliva, por lo que tenía unas ojeras bastante notorias bajo mis ojos.

Le había roto el corazón; él me había declarado su amor, y era correspondido, pero simplemente lo rechacé. No tenía mucha opción, aunque aún sabiéndolo, la presión en mi pecho cuando recordaba su desilusión en el rostro, era inevitable. Me di cuenta al instante de mis ojos cristalizados reflejados en el espejo.

Respiré hondo antes de volver a mi habitación. Me había prometido la noche anterior no volver a llorar por lo mismo, al menos hasta luego de las clases. Me dolía, y mucho, pero necesitaba olvidarme del castaño de una vez por todas, y dejar atrás toda situación triste o "amorosa" con él. Ya le había dejado en claro que no pasaría nada entre nosotros, debía convencerme a mi también.

Busqué con tranquilidad algunas prendas en mi placard para vestirme, lo suficientemente relajada con el tiempo. El hecho de no haber podido dormir, y tener los nervios a pleno, me había levantado al menos media hora antes de lo habitual. Era temprano, y tenía varios minutos para cambiarme (y al mismo tiempo, prepararme mentalmente para lo que se vendría).

De pronto me topé con una pequeña campera arrugada, la cual no usaba hacía bastante tiempo. Tenía sus mangas algo sucias y un aroma al perfume que solía robarle a mi mamá cada mañana antes de ir al colegio. Una sonrisa se formó en mis labios cuando la imagen de Valentin apareció entre los recuerdos, usando ese mismo abrigo y luchando para que le entrara en el cuerpo, completamente apretujado.

"Tenés re lindo perfume" Me dijo aquel día. Había tapado mí boca para que no me viera reír ante su chiste boludo, pero al extrañar tanto esa "pequeña amistad" solo podía pensar en que debería haberlo hecho, y haberme reído junto a él.

Quise volver a guardar la campera antes de que lágrimas terminaran por salir de mis ojos, pero sentí una extraña dureza entre la tela la cual hizo que observara nuevamente el abrigo, esa vez con mucha más intriga. Rebusqué en los bolsillos, y saqué con delicadeza un pequeño bollo de papel, el cual tenía letras con lapicera azul escritas en su interior.

Mis ojos se abrieron al recordarlo, y me apresuré mucho más para sacarlo. Era un papel escondido en la campera de Valentín que nunca le había devuelto, ni tampoco había leído ya que en ese momento no me importaba.

"La verdad, no era algo de mi interés leer algo de Valentín Oliva."

Desarmé rápidamente el bollo, estirando las partes llenas de arrugas para abrirlo por completo. Habían oraciones en cada lado de la hoja, y tenían diferente color de lapicera.

"Me pasas el punto 5?" Fue la primera, con tinta negra y letra chiquita.

"No Depa, pedile a wawa" Fue la segunda, con tinta azul y letra grande.

• c u p i d o ; wos •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora