• - O N C E - •

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— ¿Cuánto falta Juliana? — Bufé yo, caminando detrás de mi mejor amiga quien miraba atentamente las calles. — Me muero de sed.

— Ya casi llegamos, nena. — Rodó los ojos, sin frenar su camino.

En ese momento, me arrepentía totalmente de no haber cargado una botellita en mi cartera. No tenía idea de que nos iba a quedar tan lejos la casa de Tadeo.

— Hay que apurarnos, el Depa nos dijo a las 2:30 — Me habló, mirando la hora en su celular. — Se nos hizo re tarde.

— Si ni siquiera sabemos para qué nos llamó, quizá no es tan importante. — Contesté desganada. El hecho de no haber podido terminar mí plato de fideos por salir más temprano me tenía de mal humor. — Además, todos en la ds3, menos wawa, llegan tarde siempre.

— ¿Pensas que pueda estar Valentín? — Me dijo al instante y noté como tragó grueso.

Al escuchar pronunciar su nombre, un cosquilleo apareció por pocos segundos en mi estómago. Con todo lo que había estado pensando con respecto a mis sentimientos, no quería ni hablar de Valentín. Si él llegaría a estar, lo ignoraría totalmente para no crear algún momento extraño entre nosotros como solía pasarnos siempre.

— Es parte del grupo, seguramente esté. — Le contesté y me encogí de hombros, mostrando desinterés para que terminara el tema. Pero no lo logré.

— Estoy nerviosa. — Habló y la miré al instante. Estaba cabizbaja. Se la veía intranquila, perdida en sus pensamientos. — ¿Cómo voy a hacer para declararme?

Yo abrí mis ojos como platos. — ¿Pensas hacerlo hoy?

Ella asintió. — Si tengo la oportunidad, lo voy a hacer.

No sabía que decir en ese momento. Sabia que a Juli le iba a costar mucho declararle sus sentimientos a Valentín, pero yo era su mejor amiga y debía apoyarla, como siempre. Me repetía en mi cabeza que no importaba lo que a mí me pasaba con ese chico, porque era el chico que le gustaba a Juliana, y yo iba a ser solamente su cupido.

— Tranquila, yo te voy a ayudar. — Los ojos de Juliana reflejaron ilusión cuando puse una mano en su hombro. — Voy a tratar de que tengas esa oportunidad.

Juli sonrió levemente. — Gracias, Eve. De no ser por vos, nunca hubiera podido hablar con Valentín.

Sonreí también, y continuamos caminando en un silencio agradable.

Algunos minutos más tarde, llegamos a la casa de Tadeo. Juliana ya tenía el camino sabido por las veces que se había juntado a estudiar con el chico para su trabajo práctico.

Por fuera, la casa parecía grande; tenía ladrillos pintados de un rojo fuerte, y la puerta era de madera reluciente. A diferencia de las casas a su alrededor, no tenía rejas.

Tocamos el timbre que se encontraba en el marco de la puerta, y nos quedamos esperando por algunos segundos a que alguien abriera. Escuchamos pasos que se acercaban y un ruido de llaves en movimiento.

Al abrirse la puerta, vimos la cara sonriente de una mujer un poco más alta que nosotras, y por intuición pensé que de trataba de la madre de Tadeo.

— ¡Hola Juli! — Dijo al topar su mirada con la muchacha a mi lado. Luego, la cambió hacia mí. — Vos debes ser Evelyn.

— La misma. — Sonreí.

— ¡Un gusto, linda! — La mujer nos abrió completamente la puerta y se hizo a un lado para que entraramos. — Los chicos están arriba, en la pieza de Tadeo. Juli sabe el camino.

— Gracias, permiso. — Agregué y seguí algo insegura a mi mejor amiga quien avanzó hacia las escaleras.

Un olor a sahumerio invadió mi nariz al estar dentro de la casa. Todo estaba limpio y se notaba que el lugar era acojedor.

• c u p i d o ; wos •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora