Luego de rodear Timbó, y asegurarnos de no correr riesgos innecesarios, nos dirigimos al sendero norte, por donde habíamos llegado en primer lugar; desde allí fuimos hasta la arboleda y les pedí aguardar un momento para ir a buscar la vara que me había mostrado el Pomerania, quien curiosamente estaba allí, como si aguardara por nosotros, y se adentró a la arboleda ni bien estuvimos cerca.
—Ese perrito—dijo Akane— se ve extraño. Adorable pero muy raro.
—Pienso igual. Quizás no deberías acercarte tanto Alhue.
—Mírenlo bien, ¿cómo puede parecerles peligroso una criatura así? Además ha demostrado no tener malas intenciones y querer ayudarme.
No se veían muy convencidos, yo no podía imaginar al pequeño de otra forma que mi salvador. La muchacha cambió su expresión.
—Ya sé, iré contigo por si algo sucede mal—aseguró bajándose del caballo—. Lihuén, puedes quedarte aquí si lo deseas, no veo necesario que entres.
El Cambiaformas relinchó haciendo un gesto de molestia con la cabeza al ver la sonrisa irónica en nuestra compañera. Claro estaba que él no podría entrar por su tamaño a menos que volviese a ser un lobo, algo que aún no conseguía.
Me bajé también de mi montura y, acompañado por Akane, me adentré entre los arbustos y ramas que impedían ver el tesoro oculto en aquella empalizada natural y verde. Agradecí haber levantado el campamento al salir el sol ya que aun con el cielo despejado y de día, a la luz le costaba encontrar su camino entre las copas de los árboles, por la noche no habríamos podido ver nada. En el centro nos esperaba la pequeña criatura, por un momento pensé en cómo sería mojado todo ese pelo, detrás suyo estaba la vara reposando contra un tronco cortado en el suelo marrón por el follaje. Me acerqué hasta poder apreciarla bien, se veía lisa y suave, el brillo daba a pensar que la pulían seguido, no había notado antes el dorado color de la madera. Akane quiso tomarla para apreciarla mejor pero el Pomerania le paralizó del susto, o quizás la sorpresa, al ladrarle. Tome la vara con mi mano derecha, a mí no me impidió tocarla, y me asombró su ligereza y tacto agradable, comprobé que era tan larga como mi altura y un puño más, también noté que era más gruesa hacía un extremo, las protuberancias ya no estaban pero en su lugar se podía ver unos círculos hechos a una palma de cada extremo, eran cerca de diez y minúsculos.
— ¿Puedo verla? —preguntó Akane mirándome con curiosidad.
Le extendí un extremo manteniendo el más grueso en el suelo.
— ¡Es demasiado pesada! —exclamó antes que yo terminara de soltarla.
—Es como una pluma.
—No, es realmente pesada. No entiendo cómo puedes sostenerla con una sola mano.
—Para nada, mira—le dije levantando la vara horizontalmente hasta mi hombro y dejándola caer— ¿Lo ves? No deja ninguna marca, incluso rebota.
—Es cierto…—respondió agachándose y tomando el arma, sin embargo no podía levantarla—¿Pero qué…? No la puedo ni mover.
La tomé de los hombros ayudándole a hacer fuerza y pude comprobar que era imposible levantarla, realmente era imposible. Tras algunos intentos mi compañera me indicó que trate de hacerlo solo, como antes, lo cual funcionó. Llegamos a la conclusión que era solo para que yo la usara. Pregunté al perrito si eso era cierto y, para asombro de Akane, asintió.
— ¿También eres un Cambiaformas?
El Pomerania ladeo la cabeza y luego se fue corriendo en dirección a donde estaba Lihuén al escuchar la pregunta de la chica, dejándola sin respuesta. Ante esta actitud decidimos ir nosotros también rápidamente esperando lo peor, sin embargo al llegar fuera, llenos de raspones por las ramas bajas, comprobamos que todo estaba igual. Nos miramos extrañados y sorprendidos, sin entender el motivo del can. Preferimos no pensar mucho en ello, seguramente había una razón para que actúe de ese modo; decidimos montar y dirigirnos al oeste el pueblo de Akane, Quimey.
Como a Lihuén le pareció extraño no encontrar ninguna bifurcación en el sendero que iba de Timbó a Potus, la chica nos explicó que en realidad tomaríamos un atajo yendo desde esa arboleda hacia el oeste, a través del campo, hasta dar con el rio Ondina; allí seguiríamos el camino que va al noroeste. A la tarde ya habíamos llegado al puente que cruzaba las cristalinas aguas, se podían ver los peces nadar. Bebimos y descansamos. La pelinegra nos contó sobre un poblado que llevaba el mismo nombre del rio un poco al sur del puente, un pueblo de pescadores muy habilidosos, pero esa noche dormiríamos en un bosque que estaba en dirección a Quimey.
Al anochecer cenamos frutas y carne seca que guardamos entes de salir de casa de Akane, aunque poco después mi estómago exigió devolver lo ingerido, y le contamos a Lihuén sobre lo sucedido con el Pomerania. Al día siguiente, por la tarde, llegamos finalmente a las puertas de nuestro objetivo, si es que se le podían llamar así. Era un bosque con árboles enormes a ambos lados del camino que hacían de este un túnel entre el follaje iluminado bellamente por los rayos del sol que se colaban entre las hojas de los gigantes verdes. Esta entrada se extendía por un buen tramo que no notamos cuanto duró por contemplar lo bello y mágico que se hacía sentir el lugar, incluso Akane ya que llevaba años sin venir. Algunos gorriones pasaron volando por encima nuestro en la misma dirección acompañados de un gavilán que los rebaso. Era la primera vez que veía animales salvajes desde que desperté en el Bosque Hueco. Poco a poco el camino iba cambiando y el aroma a jazmines invadía nuestro olfato mientras pisábamos ahora tierra aparentemente apisonada. No tardamos mucho en llegar a una pradera no demasiado extensa con un montón de rocas bastante grandes en el centro a modo de hoguera con leños dentro, parecía una plaza central, cerca había un hombre de barba tupida, vestido con una calza verde y un almilla de cuero beige. Junto a él estaba el gavilán que vimos antes y algunos gallos. Estábamos asombrados de ver tantas criaturas acercarse corriendo y volando a donde estaban el gavilán y el hombre barbado, vimos ratas, gorriones, lobos, gatos de monte, caballos e incluso un tigre. Lo mas sorprendente fue un león que salió detrás nuestro, dándonos un susto de muerte, y parándose firmemente frente a nosotros y rugió.
— ¿Quiénes son ustedes?
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El deseo de Quimey
FantasyNota= Aunque el primer capitulo es corto (unas 500 palabras o menos), se van alargando con el transcurso de la historia. Ninguno es excesivamente largo, pero aclaro que no seran todos asi de cortos. Alhue es un joven que se despierta solo en medio d...