Capítulo 12: Ocaso de medianoche

33 2 2
                                    

Tras salir del bosque nos habíamos dirigido al este, hasta el rio. No había ninguna razón para ello, simplemente fue la primer dirección que tomamos. Los caballos estaban exhaustos por lo que tomamos un descanso en las cercanías del rio, había pasado ya el alba y Lihuén se quejaba de estar hambriento. Akane estaba destrozada anímicamente, no veíamos modo de consolarla; era nuestra guía en el mundo y la necesitábamos en su mejor estado.

- ¿Qué haremos ahora? -preguntaba el lobo.

La pelinegra seguía con la mirada perdida en las aguas, imperturbable. Como el capullo de una mariposa, viva pero inerte. De repente recordé un comentario que ella había hecho sobre el rio Ondina, cuando cruzamos el puente, y un poblado con su mismo nombre entonces sugerí ir allí, hacia el sur. Lihuén aceptó de inmediato, la chica... bueno... a ella cualquier cosa le daba lo mismo en esos momentos.

El camino no presentó inconveniente alguno, tampoco mejorías por desgracia. Aunque Lihuén seguía quejándose. No podía culparlo, al salir de Quimey solo llevamos los caballos, mi bastón y unas pieles donde lo había enrollado. Ni alimentos ni dinero. Esperábamos pagar el almuerzo con las pieles, después de todo yo no necesitaba comer.

Al llegar al poblado, Lihuen y yo, quedamos asombrados con la cantidad de árboles frutales que había, eran grandes plantaciones de manzanos, cítricos y otras frutas, al adentrarnos hasta una posada vimos las calles adornadas de naranjos. Afortunadamente la dueña del lugar nos aceptó las pieles a cambio del almuerzo y algunas frutas para el camino, aunque aún no sabíamos a donde ir.

-Voy a dar un paseo, deberían aprovechar para descansar-dijo Akane con voz cansada al salir de la posada-, no se preocupen por mí, conozco el lugar.

-Alhue y yo te podríamos acompañar, no es buena idea que estemos separados.

Ella movió la cabeza negando-Necesito un rato sola, estaré en los manzanos-sentenció dejándonos sin más que decir.

Decidimos dejarla y recorrer la plaza preguntando sobre algún pueblo con Cambiaformas ya que no teníamos pistas sobre el lugar donde el anciano Lihue había oído aquella historia, supusimos que debía ser un lugar donde haya seres como ellos. Pasamos casi media tarde así, de un lado a otro; justo cuando nos sentamos fuera de la posada un niño de unos doce o trece años se detuvo a charlar, según un viajero, había una ciudad en la cima de una montaña, dos días a pie al suroeste de allí, donde había animales que podían transformarse en otros animales. Para nosotros era una pista valida, además con los caballos podríamos llegar a la noche. Luego de agradecerle al chico fuimos corriendo hasta donde estaban los manzanos a buscar a Akane dejando los equinos atados en el frente de la posada.

Nos tomó bastante tiempo encontrarla, cuando lo hicimos la vimos parada en lo alto de un monte, parada con la espalda apoyada en uno de los manzanos y el rostro como contemplando el cielo. Al acercarnos ella nos dirigió una sonrisa con el rostro lleno de melancolía y los ojos rojos con algunas lágrimas aún.

-Realmente necesitaba un tiempo para ordenar mi cabeza y corazón, gracias chicos-dijo la muchacha mientras sonreía aún más-. Ya me siento mejor para seguir el viaje. Cerca de aquí hay una ciudad, La Ceniza, está entre las montañas al suroeste, allí hay una comunidad de Cambiaformas pequeña donde mi padre dijo que escucharon aquella historia de Lihue. Llegaremos por la noche si salimos ahora. -terminó diciendo mientras caminaba hacia la posada sin darnos lugar a hablar.

-No creo que lleguemos esta noche-interrumpió Lihuén mientras bajábamos.

- ¿Dudas de tu bella guía, lobito? -bromeó Akane sacando pecho y torciendo una sonrisa.

-No, pero si dudo que lleguemos a la posada antes que esos rufianes se lleven nuestros caballos.

Nos giramos a la posada y vimos como tres hombres con el rostro tapado con pañuelos se llevaban nuestro transporte, dejando solo el bastón. Ya no era una duda, era certeza... caminaríamos.

...

Al caer el sol, ya habíamos llegado a un bosque cerca del pie de la montaña de La Ceniza. Gracias a Lihuén, convertido en caballo, pudimos acortar casi medio camino y proseguimos en el bosque a pie, llevando a mi compañero ahora nosotros en el hombro convertido en gorrión. Esto de cambiar de formas era realmente útil en ciertas ocasiones, así podíamos seguir mientras él descansaba.

-Deberíamos acampar aquí-recomendó Akane al salir del bosque-, se ve seguro y necesitamos descansar. De todos modos no es buena idea subir una montaña en la oscuridad.

Yo también estaba cansado, faltaba bastante aun para llegar. Iniciamos una pequeña fogata aprovechando la yesca y ramas del bosque, pues había mucho, y unas piedras duras que encontramos allí cerca como pedernal. Solo tenían frutas para cenar, pronto descubrimos que a Lihuén le encantaban las manzanas aun estando en su forma de lobo. Nos dormimos muy rápidamente, se notaba el cansancio.

Un grito me despertó en la noche y, al abrir bien los ojos, vi que no era el único que lo había oído. Lihuén estaba mirando extrañado la cima de la montaña- ¿El sol? -se preguntó.

-No, al amanecer sale por el este. Ese es el oeste. -respondió Akane.

-Ciertamente se ve como las nubes del ocaso-me metí.

Un grito se oyó lejano, era de una mujer, eso seguro. Nos miramos entre los tres dudosos de haber oído lo mismo.

- ¡No! ¡Por favor, ayuda! - esta vez el grito era claro.

-Vamos- ordenó Lihuén mientras salía corriendo hacia dónde provenía el pedido de ayuda.

Tomé mi bastón y le hice un ademan a Akane para seguir a nuestro compañero. Una voz resonó en mi cabeza al iniciar carrera, una voz que pude sentir saliendo del bastón.

Ya es hora, unámonos.

El deseo de QuimeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora