Capítulo 5: Nuevo rumbo

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  Era un lugar oscuro, tenebroso, solo alcanzaba a verse un joven recostado en una piedra de grandes proporciones, lisa y plana, el cual temblaba de forma violenta con ojos en blanco y dientes tan apretados que parecían estar a punto de romperse. De pie, junto a él, estaba un niño, de unos diez años, que lo miraba de forma despectiva con un gesto de decepción en el rostro; sus labios se movieron.

Tus antecesores fracasaron, espero que no sigas sus pasos.

  Los gritos del joven comienzan a oírse, de a poco se vuelven fuertes, transmitiendo su dolor y miedo. El dolor de sus miembros destrozándose, la piel que se desgarra, los huesos cambiando de lugar. El miedo de saberse a las puertas de la muerte, miedo a lo desconocido. Se siente en el ambiente la pesadez de su sufrimiento, el camino húmedo que dejan las lágrimas en su rostro no son nada en comparación con los arroyos de sangre que se desprenden de su cuerpo.

  Sus gritos ahora se hacen comprensibles, pedidos de compasión, ruegos de perdón, sollozos de clemencia.

  Me desperté aturdido y agitado, apenas podía respirar por sentir aún la falta de aire de aquel sueño, más bien pesadilla. Supuse que se debía a no haber descansado en todo un día ni haber probado alimentos o agua.

  —No puede ser eso. —pensé tocándome donde debería estar el estómago y recordé que antes de dormir había desayunado gracias a Akane.

  Un gruñido me sacó de mis pensamientos, Lihuén estaba sobre mis piernas aparentemente molesto. Miré a mi alrededor observando la habitación donde estábamos, el camastro donde había dormido y ahora me encontraba sentado con un lobo malhumorado gruñéndome, los baúles al otro extremo. No era una casa grande, la mesa con cuatro bancos robaban bastante espacio en la sala, había una puerta y cuatro ventanas pequeñas para ser tapadas con facilidad en caso de lluvia pero lo suficientemente grandes para permitir que el sol se introdujera dentro del hogar iluminándolo por completo.

Te mueves demasiado cuando duermes. —gruñó mi compañero.

Lo lamento, creo que ya dormí suficiente—comenté luego de levantarme; me sentía totalmente descansado.

Yo no. Trataré de dormir otro poco. Akane se fue al mercado a comprar provisiones, dijo que había algunas hierbas para preparar té en el baúl junto a la puerta.

  Asentí y lo deje descansar. Nuestras anfitriona nos había explicado que ella había aprendido a conocer el clima cuando era pequeña gracias a un Cambiaformas en el pueblo donde vivía; no quedaba lejos, de hecho habíamos decidido dirigirnos allí al día siguiente con la esperanza que alguien nos conozca ya que ni Lihuén ni yo teníamos recuerdos. También nos explicó que los aldeanos querían sacrificarla por la idea de que ella era una bruja que podía manipular el clima por haber hecho un contrato con Elena, la diosa de la guerra, a cambio de destruir el mundo. Esto último lo contaba con mucha gracia puesto que le parecía ridícula la idea que tenían los aldeanos.

Me imaginan destruyendo un mundo entero, ¿les parece que pudiese siquiera destruir una villa? Hasta romper un huevo se me hace difícil—decía entre risas.

  Mientras que la gente del pueblo la veía como una maldición, los viajantes y algunos comerciantes veían en ella una bendición dado que gracias a ella podían adelantarse al clima y salir mejor preparados y así tener menores perdidas, de hecho, ellos la consideraban una regalo de Fausto, deidad que había acabado con la guerra más devastadora cinco siglos atrás y traído varios métodos de sanación de algunas enfermedades muy peligrosas de la época.

  Debido a estas ideas ambos bandos mantenían una relación extraña, durante el día todo era calmado y Akane podía salir sin riesgos mayores ya que estaba lleno de viajantes, que hacían aprovisionamientos y negocios, cuidándola pero a la noche, al no haber tantos de ellos, los otros aldeanos trataban de atraparla para quemarla. Según dijo, esta situación llevaba más de cuatro meses.

  Luego de contarnos su historia y darnos agua y pan que devoramos sin contemplación, nos permitió quedarnos a dormir al ver el cansancio en nuestros rostros, mientras ella buscaba víveres para el viaje. Nos guiaría hasta su pueblo al día siguiente lo que nos tomaría cerca de tres días, caminando durante el día y descansando por la noche ya que no había mucho apuro.

Alhue…—llamó Lihuén— ¿Qué es Cambiaformas?

No lo sé, pero ahora que lo mencionas recuerdo que así te había llamado ella. ¿No deberías saberlo?

Probablemente lo sepa…solo que ahora mismo no lo recuerdo. —respondió apoyando la cabeza entre sus brazos con una expresión de estar perdido entre sus pensamientos.

  Pronto el silencio fue interrumpido abruptamente por la dueña de la casa quien había entrado con prisa cerrando la puerta de un golpe estruendoso. Jadeante, sin aire, en su rostro se veía miedo y sangre salpicada bajo sus ojos llorosos.

Junten todo, nos largamos ahora mismo. —ordenó, impactados por su condición le pregunte qué había pasado.

Emboscaron a los viajantes, vienen armados hacia aquí.

El deseo de QuimeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora