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 Su pie no paraba de moverse mientras, sentado en una esquina del salón, esperaba que le dieran la orden de irse. Esa mañana no había tenido fuerzas para salir a correr, apenas había dormido unos minutos cuando sonó el despertador. Su cuerpo entero temblaba tanto por hambre como de ansiedad. 

 "Eso es bueno" se dijo a sí mismo, intentando distraerse del dolor de cabeza. 

 En su mente comenzó a contar. Hacía más de tres días que solo se hinchaba a agua, nada de alimento. Más de una vez había intentado desistir, pero el tener la cocina vacía le había las cosas mucho más fácil. Quizás era hora de tener una comida, solo una pequeña; por lo que cuando recibió el visto bueno, salió disparado al supermercado. 

 Con su mente cada vez más nublada, se dejó llevar por sus impulsos más que por la vocecita en su cabeza. Cajas de pizzas, panes, galletas, todo aquello que extrañaba comer llenaron sus sesta. No podía controlarse, necesitaba comer. 

 Cuando llegó a su departamento, se apresuró a dejar todo sobre la mesa, y jurando que solo comería una, abrió un paquete de galletas. Al sentir el sabor explotarle en la boca, no pudo contener a tomar otra, y en menos de dos minutos devorarlas todas. Tomó los otros paquetes, atragantándose con la comida y escuchando una voz en su cabeza gritándole sobre la mierda en que se había convertido. En tan solo poco más de media hora, todo había desaparecido, dejando solo culpa. Sentía que en cualquier momento su estómago estallaría, al igual que su cabeza. Fue ahí cuando la realidad le golpeó muy duro. El pánico se apoderó de él, debía deshacerse de todo lo que había comido, necesitaba hacerlo.  

 Obedeciéndole a aquella voz, corrió hasta el baño y se arrodilló frente al inodoro. Paró por unos segundos. Tenía miedo de hacerlo, pero era lo correcto; y al sentir los dedos en el fondo de su garganta, supo que ya no había vuelta atrás. 

Perfección // 2wonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora