Capítulo 11

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Martina regresó a su casa y apenas cruzó el umbral de la puerta, corrió a encerrarse en su habitación. Lady Phaby vio cómo su hija subía con premura las escaleras, la muchacha ni siquiera le dio tiempo para que le preguntara la razón de su comportamiento…

—Martina, por favor abre la puerta —pidió la marquesa Sellers, mientras escuchaba lo furiosa que se encontraba su hija. Quería entrar al dormitorio pero Martina había trancado la puerta y parecía que no tenía intenciones de abrir por las buenas.

—¡Martina Felton, vas a enojarme muchísimo si no abres esta puerta y empiezas a explicarme que te sucede! 
La muchacha escuchó el tono furioso en la voz de su madre, por lo cual se decidió abrir la puerta. Lady Phaby entró al dormitorio y la dura expresión de la marquesa se suavizó, debido a la carita llorosa de su hija, cuyos ojos verdes se encontraban brillosos por las lágrimas contenidas.

—¿Qué sucedió mi niña? —preguntó con ternura y ambas mujeres tomaron asiento encima de la cama.

La marquesa Sellers seguía esperando que su hija le dijera lo que la estaba haciendo llorar.

—¡El padre de Marcel me aborrece!  —confesó, dejando sorprendida a su madre.

—¿Qué fue lo que sucedió en concreto?

—No sabía que el padre de Marcel ya había llegado al pueblo, pensé que nuestro primer encuentro no iba a ser tan malo. Que lograría obtener la aprobación de ese hombre, pero me llevé la desagradable sorpresa de que el lord Marcus Bernal no me considera acta para ser la esposa de su hijo, no conforme con eso me cree una mujer ordinaria.  

Lady Phaby ahora entendía la cólera de su hija. ¡Ella también estaba furiosa!

—¡Ese infeliz merece una buena bofetada por tratarte a así! ¡¿Y tu prometido no te defendió de ese despreciable hombre?!

—Lord Marcus aprovechó el momento en que Marcel nos dejó a solas para echarme en cara todo lo que piensa de mí. —respondió cabizbaja —¡Él ni siquiera se dio la oportunidad de conocerme! No puedo creer que un hombre ese sea el padre del hombre que quiero.

Lady Phaby consoló a su hija, abrazándola.

—No tienes que dejarte decaer solo porque ese hombre sea un snob despreciable. Te aseguro que lo haremos disculparse por tal ofensa… —sentenció la mujer. Lady Phaby era muy rencorosa contra los que menospreciaban a sus hijos.

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Emily había pasado varios días siendo la compañera de juegos de Albern, pero a su madre le molestaba que estuviera perdiendo el tiempo y descuidara sus deberes escolares. Ese día no se había escapado para ir junto al hijo de los Felton, porque el padre de Albern lo estaría educando sobre los deberes y responsabilidades que traen el título de marqués de Sellers. Aunque a muchos en el pueblo no les agradara debían hacerse a la idea de que Albern Felton en un futuro seria su marques y guardián.

Rose Arsher, la madre de Emily: era ayudante en la panadería del pueblo. Amasaba, limpiaba las mesas y los hornos del local, ese dinero junto con lo poquito que recibía de su hermana daba para mantener su hogar y que su hija no pasara una noche con el estómago vacío. Hacia todo lo posible para que Emily no pasara muchas carencias, solo se tenían la una a la otra.

El padre de la niña se fue sin decir a donde, un año después de que naciera. La apariencia de Emily siempre se lo recordaba a Rose, su hija tenia los mismo ojos rasgados y el inconfundible cabello pelirrojo.

—¿Terminaste Emi? —preguntó Rose Arsher, sentándose al lado de su hija en la mesa.

Ellas no tenían mucho. La casita en la que Vivian eran pequeña, con solo dos habitaciones, tenían un fogón y aparte de las camas, el armario en la habitación de la señora Arsher; esa mesa de madera junto con dos sillas eran los únicos muebles en la casa.

©𝑆𝐸𝑅𝐸𝑁𝐷𝐼𝑃𝐼𝐴. Saga: Palabras Hermosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora