Luna de miel.
Después de una plática por la noche, los dos ya estaban más tranquilos, no había más que decir ni ocultarse. Cuando por fin zarparon al siguiente día del puerto de Londres. Martina estaba emocionada, nunca había ido tan lejos de Woodstock. Ahí creció, aunque eso no le quitaba lo emocionante a viajar y conocer nuevas ciudades.
Mientras su esposo seguía dormido, ella lo que aprovechó para salir desnuda de la cama y mirar el mar por la ventanilla del camarote, le gustaba el olor salado que había en el aire. El barco era una de las embarcaciones más lujosas que había, que tenia de todo para sus pasajeros, un salón comedor, salón de entretenimiento para las damas y otra exclusiva para caballeros. De verdad que a Martina le apetecía recorrerlo mientras viajan rumbo a Grecia.
Sintió de repente como la abrazaban por la espalda y ella sonrió al reconocer a su esposo.—Buenos días. —dijo ella con cariño.
—Buenos días para ti también. —el tono ronco de su voz le hacía recordar ciertas cosas que pasaron en la noche de ayer que la hacía sonrojar. Marcel empezó a besar su cuello y sintió un cosquilleo.
—Mar me haces cosquillas. —decía Martina riendo, pronto la mano de Marcel acuno su pecho y la otra fue más abajo.
—¿Y esto te hace cosquillas? —susurra en su oído.
—Sí, pero de una manera más placentera. —Martina gimió al sentir comoMarcel frotaba su clítoris, hasta su noche de bodas no sabía que ese pequeño botón podía proporcionar tanto placer.
—Provoca no salir de camarote en todo el día. —mordió con suavidad el lóbulo de su oreja mientras seguía frotando con su pulgar y un dedo se adentraba en ella.
—¡Oh, dios mío! —gimió Martina disfrutando de las caricias de su marido. —Aunque es una idea tentadora yo quiera salir a ver la proa y las demás instalaciones del barco.
Marcel siguió hasta que su esposa llegó al orgasmo, empapando sus dedos. Martina estaba con una sonrisa apoyándose en el pecho de su marido, marcel la besó en la mejilla.
—De acuerdo salgamos…
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MARCEL
Si fuera por mí, yo y mi adorable esposa no hubiéramos salido del camarote en varias horas pero Martina quería salir y ver el mar, nunca lo había visto, este era su primer viaje. Era muy lindo verla tan emocionada. Estábamos caminando por la proa, mi esposa se agarraba de mi brazo, mientras miraba a su alrededor.—Sabes siempre me imaginé como seria ver el mar en persona. No solo descrito en novelas.
—¿Y qué te parece?
—Es tal cual como lo decía en los libros. El aire que se respira es puro y salado, no sabes ni en donde empieza ni termina. Es muy hermoso. —“verla tan contenta me hacía feliz”.
Ambos teníamos hambre por lo que nos pasamos al salón comedor, mientras nos sentamos en la mesa, estaba viendo alrededor del lugar, una dama en especial se me hizo conocida. Estaba sentada en compañía de otro caballero y en el momento que volteo, la reconocí,
“Liz”.
La morena también notó mi mirada, volteo y al reconocerme me sonrió.
—¿Marcel? —Martina noto la actitud extraña de su marido, parecía incómodo. Entonces vi a la mujer que miraba en nuestra dirección. —¿Quién es ella?
Preguntó Martina mirándolo de forma expectante.—Digamos que… una antigua amiga
—Defíneme ese concepto, que tan “amigos” eran, porque para que te encuentres así de incomodo no debió terminar muy bien. —los ojos verdes de su mujer estaban sobre él, esperando una respuesta.
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©𝑆𝐸𝑅𝐸𝑁𝐷𝐼𝑃𝐼𝐴. Saga: Palabras Hermosas.
Ficción histórica❦︎ 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐚 𝐡𝐞𝐜𝐡𝐚 𝐩𝐨𝐫: EvelynCampos488 ❦︎ Marcel Bernal se enamoró de la mujer equivocada. Él la amaba pero Verónica solo lo veia como un hermano, ella lo rechazó hasta que se fue en busca de un amor que si pudiera correspon...