Habían pasado semanas y la fiesta en la casa de los marqueses estaba cada vez más cerca. La madre de Martina siempre había sabido cómo organizar grandes reuniones y tenía todo bajo control, ahora el único inconveniente que tenía la joven era hacer que Amy se decidiera por un vestido.
—¿Qué tal este Amy? —ofreció el bonito vestido color azul con volantes. Martina le había traído varios de sus vestidos para ver por cual se decidía, Amy y Martina eran casi de la misma talla; aunque las caderas de la rubia eran más estrechas.
—No me pondré eso. —refunfuño la rubia.
—¡Vamos Amy pero si está muy bonito!
—¿Tu madre también te obligó a esto?
—Sí, pero también deseo verte hermosamente vestida y que destaques toda esa belleza nórdica que posees —Amy levantó una ceja.
—¿Belleza nórdica? —sonreía.
—¡Si! Tú con tu larga cabellera rubia, esas curvas y dura hermosura. Nadie podría negar que pareces una esas doncellas vikingas de la antigüedad. Muchos babearan por ti, puede que Cato también…
—¿Y por qué querría que ese mentecato babeara por mí? Si acaso solo hemos compartido dos palabras.
—No me vas a negar que lo encuentras atractivo.
—No he dicho que sea feo sino que tu primo no me interesa.
—Piénsalo. Si te casaras con el seriamos familia. —dijo entusiasmada Martina. Amy se mostró conmocionada.—¡Que ideas tan descabelladas se te están metiendo en la cabeza! Martina no necesito que seas mi celestina. —la castaña hizo un puchero.
—¡Pero es que sería maravilloso! ¿Qué tendría de malo estar con Cato? Es atractivo, rico, inteligente.
—Y todo eso es muy bueno, pero no puedes forzarme a enamorarme si no lo deseo Martina. Para mí el amor debe desarrollarse de manera espontánea y sin necesidad de que otros se vuelvan metiches.
Martina no había hablado con Cato respecto a Amy, para saber que pensaba de la rubia. Ella ya los imaginaba juntos, los dos formarían una pareja dorada y si se casaran tendrían hermosos bebes rubios. Aunque su amiga se lo negara Martina percibía que Amy también quería formar una familia y dejar de ser una mujer solitaria. ¿Y quién sería mejor que Constantine?
—Este me gusta —habló Amy para cambiar todo el tema de buscarle pretendientes. Martina vio el vestido color verde oscuro que le proporcionaría un escote bajo y se ajustaría a sus caderas y la falda amplia caería con gracia a sus pies.
—Irá perfecto contigo —dijo con una sonrisa la castaña.
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La obra en el ala este de la casa Felton avanzaba con rapidez y muy pronto estaría lista. Martina aprovechaba cada segundo para estar con Marcel, estaban iniciando su noviazgo y ambos compartían aspectos de su vida y manías del otro, pero sobretodo comenzaban a desarrollar un profundo deseo entre los dos.Marcel la acorralaba y se escondían en algún rincón de la casa donde aprovechaban esos momentos de clandestinidad para besarse con desespero antes de que fueran descubiertos.
Marcel era tan demandante y a Martina le fascinaba cada vez que ellos se besaban, ajenos a todo menos a lo que estaban desarrollando entre ellos. Era obvio que Marcel tenía muchísima más experiencia de la que poseía Martina en cuanto a técnicas amatorias, por lo cual ella se preguntaba: ¿con cuantas mujeres pudo haber perfeccionado esas técnicas?Mientas él la tenía contra la pared del saloncito apenas separó sus labios de los de ella para buscar aire, Martina paso su dedo entre los labios húmedos e hinchados de Marcel. Sus ojos claros parecían oscurecerse del deseo, su barba incipiente le daba cosquillas.
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©𝑆𝐸𝑅𝐸𝑁𝐷𝐼𝑃𝐼𝐴. Saga: Palabras Hermosas.
Historical Fiction❦︎ 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐚 𝐡𝐞𝐜𝐡𝐚 𝐩𝐨𝐫: EvelynCampos488 ❦︎ Marcel Bernal se enamoró de la mujer equivocada. Él la amaba pero Verónica solo lo veia como un hermano, ella lo rechazó hasta que se fue en busca de un amor que si pudiera correspon...