Kun

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Kun se rió ligeramente mientras le dabas repetidamente pequeños picotazos por toda la cara. Sonrió cuando le diste un beso en la punta de la nariz, mientras se sonrojaba profundamente por la pequeña muestra de afecto.

Kun no te había tomado en serio cuando irrumpiste en la habitación escupiendo tonterías sobre el repentino impulso que le dabas de mostrarle afecto. No se quejaba, sin embargo, cuando sintió esa inexplicable y profunda sensación de calor crecer en su pecho.

Kun se sonrojó al sentir tus labios rozar la piel intacta de su frente, antes de alejarse para inclinarse y besar la comisura de su boca, burlándote ligeramente de él. Kun se alejó de ti y sus ojos se fijaron en los tuyos, una mirada maliciosa en su cara.

Te diste cuenta de lo que estaba pasando demasiado tarde. Y lo siguiente que supiste es que te estabas riendo mientras te retorcías en su regazo.

—Espera, por favor no —Suplicabas que tu respiración se hiciera más pesada mientras te reías todo el tiempo sentada en su regazo, honestamente era un milagro que no te hubieras caído al suelo todavía.

—¡Pararé cuando prometas darme más besos! —Exclamó sus dedos aún se clavaban en tu cintura y caderas sabiendo que eras muy sensible allí.

—Esta bien, prometo darte besos, por favor, para —Tú cediste, suspirando de alivio cuando sentiste el frenético movimiento de sus dedos dejar de moverse a lo largo de los lados de tu cuerpo.

Cuando te ajustaste en una posición cómoda una vez más, antes de hacer pucheros a tu novio. Moviste tus manos para que descansaran sobre sus hombros antes de deslizarlas para acariciar su cara y aplastar sus mejillas.

—Eres tan malvada —Tu novio se rió de lo adorable que eras— Y tú eres tan linda. Ahora dame besos.

Te quejaste antes de inclinarte y le diste un gran beso exagerado que hizo un fuerte ruido cuando te alejaste.

Kun se sonrojó avergonzado por el obsceno ruido que hicieron tus labios cuando te alejaste.

—Y tu eres linda cuando te avergüenzas —Dijo con una risa de lo rojas que se habían puesto sus orejas.

—Y tu eres linda cuando te avergüenzas —Dijo con una risa de lo rojas que se habían puesto sus orejas

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