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Billy temblaba aterrorizado ante los extranjeros que le rodeaban. Esa mañana, poco después de la salida del sol, un fuerte estruendo había retumbado en la entrada de su casa. Antes siquiera de poder levantarse de la cama y pasar su cuerpo a la silla de ruedas, un desconocido había entrado hasta su habitación y sin ningún cuidado, había arrastrado al viejo quileute al exterior de la casa.
Billy gruñía furioso y trataba de soltar el agarre de ese hombre, pero era demasiado fuerte para él, así que no tuvo de otra que dejarse arrastrar.
Cameron, que era quien había entrado a por Black, dejó caer al quileute al suelo, se agachó junto al anciano y le agarró fuertemente del cuello de la camiseta que llevaba puesta.

- ¿Últimas palabras? - preguntó Cameron, tratando de reprimir su furia.

Billy tragó con dificultad. Miró alrededor y comprobó que Jacob, Embry y Quil estaban también. Billy Black, miró a su hijo suplicante.

- ¡Jacob, hijo! ¡Ayúdame! ¿Vas a dejar que me haga esto? ¡Tienes que protegerme! - exigió desesperado.

Jacob, con el semblante más serio de lo que nunca lo había tenido, miró hacia otro lado, haciendo oídos sordos a lo que estaba sucediendo ante él.
Esa mañana, cuando se despertaron todos, su cuñado, el hermano de éste y sus dos sobrinos, se levantaron aún furiosos por todo lo que habían hablado el día anterior. Jacob sabía que no cejarían en su venganza y que su padre era el primero de la lista, seguido del resto de los del consejo. No podía decir que en cierto modo, muy en el fondo, no le dolía que su padre fuera a morir, al igual que Sue Clearwater, que fue a veces como una madre para él. Pero sabía que lo que habían hecho y seguían tratando de hacer con Liam, había sido horrible y que merecían la muerte. Así que en ese momento, cuando su padre suplicaba por su ayuda, sólo pudo girar su rostro.

Billy gritó, tratando de alertar a los lobos de la tribu, que no tardaron en llegar. Inmediatamente Paul y algunos otros entraron en fase y se avalanzaron contra los extranjeros. La sonrisa ladeada y de satisfacción que había puesto Billy, se esfumó en cuanto los lobos que habían atacado, quedaron inconscientes en pocos segundos.
Billy Black, pálido, miraba aterrado al que era el esposo de su hija Rebecca y su familia, que  habían reducido a los lobos de la reserva de un solo golpe.

- ¿Qu...qué sois? - preguntó respirando con dificultad, porque el padre de Liam cerraba cada vez más el agarre. Unos humanos normales no podrían haber derribado a los metamorfos tan fácilmente.

Cameron, con una sonrisa un tanto tenebrosa, se incorporó llevándose consigo al quileute, que aún sostenía del cuello, y ante los ojos temerosos de Billy, donde había un hombre alto y fuerte, de cabello castaño claro y ojos verdes parecidos a los de su nieto, se encontró con una criatura mitad lobo, mitad humano, que hacía gala de una fuerza superior a la de cualquiera de sus lobos.
La criatura gruñó, mostrando sus afilados colmillos y de un rápido movimiento y sin miramientos, desgarró el cuello del jefe de la tribu, destrozando su garganta con los dientes.
Los otros metamorfos y miembros de la tribu, paralizados por el miedo y por la tácita orden de su alfa de no intervenir, miraban con impotencia como el que había sido su líder en la reserva, perdía la vida.
El cuerpo ensangrentado de Billy Black, cayó inerte al suelo y Cameron aulló extasiado por el sabor de la sangre de aquel que había osado dañar a su hijo.

- ¡Traed a los demás! - ordenó Jacob a la manada. Ese día todo el consejo perecería.
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Los aullidos se escuchaban por toda la reserva, inquietando a Sue Clearwater. Algo iba mal. No era normal que a plena luz del día, los metamorfos de la tribu se transformaran. En su interior podía notarlo, algo había pasado. Con cautela, se asomó por la ventana del salón, tratando de ver alrededor de su propiedad. Cuando la puerta de su casa, saltó de sus goznes y cayó con estrépito al suelo, el miedo la congeló y sin poder mover ni un músculo, no luchó cuando Collin y Brady, junto con un joven que no conocía de nada, pero que tenía un brillo dorado muy siniestro en sus ojos, la sacaron de su hogar, tironeando de ella.
Cuando llegaron a donde un gran grupo de miembros de la tribu, metamorfos y otras personas que no conocía, Sue comenzó a gritar y tratar de zafarse de las manos de los dos lobos. Aterrada, vio los sangrantes restos del que había sido Billy Black y del resto del consejo. Abrió los ojos atónita. Estaban todos muertos y sabía que ella sería la siguiente. Desesperada, buscó con su mirada entre los metamorfos a sus hijos, pero no estaban. Embry soltó una risita que puso el vello de punta a Sue.

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