❀【5】❀

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— JeNo, busca los tomates en el pasillo cuatro, al fondo. — La madre de JeNo le ordena.

— Sí, mami.

Desaparece distraídamente por los pasillos repletos de alimentos y señoras con bolsas de papel cargando las compras.

Era un día aburrido, tanto, que se iba quedando dormido de pie si no fuera por el llamado de su progenitora.

Hoy debería ser una tarde para pasarla con JaeMin y tener una quinta cita, pero no.

— El mocoso es una molestia. — Oyó desde la lejanía, reconociendo la voz de la señora Na. — Y del otro imbécil no me puedo divorciar, es el que me mantiene.

Corrió para entregarle lo requerido a su madre y volvió disculpándose con ella por ausentarse unos minutos.

En la entrada del mercado estaba la castaña sosteniendo una conversación con un hombre.

Las uñas rojas y largas hacían juego con el vestido pomposo del mismo color que, raramente para una mujer hermosa como ella, no le quedaba.

No era un mito que la joven señora Na (que en realidad pasaba de los treinta y cinco) era una preciosidad en carne y hueso, no obstante, si la belleza fuera maldad ella era la omega más linda en el universo.

Entre dos de sus dedos un cigarrillo algo gracioso se escondía y estaba recargada contra la pared, con unos largos tacones negros similares a un alfiler.

— Por eso te tengo a ti. — Acarició los hombros del alfa— Mi alfa.

A JeNo se le cruzaron mil escenarios cuando la vio besándolo y pensó en JaeMin, en esos ojitos marrones y en el dolor que le traería enterarse de esto. Pensó, por supuesto, en el señor Na y en la amargura frecuente en su cara.

Carraspeó al notar que se alejaron y la madre de JaeMin fingió sorpresa, entregándole el cigarro al amante.

— ¡JeNo, querido! ¡Qué placer encontrarte aquí! — Se aproximó pellizcándole la mejilla. — Él es mi primo, ¿Verdad que es...?

— ¿Se besa con sus primos, señora Na? — Apretó los dientes y ella cambió la expresión.

— No tenemos que ponernos agresivos, si guardas el secreto dejaré que hagas con mi adorado hijo lo que tú quieras, bombón.

JeNo decidió ignorarla y se dio vuelta desapareciendo.

A la mañana siguiente como si le costara levantarse estuvo el día entero cansado, caminando junto a JaeMin perezosamente. La última hora era deportes y como era de esperarse, separaron a alfas de omegas.

— Estarás bien. — Plantó un beso en la frente del menor

— Debería ser yo el que diga eso, Jen. — JaeMin tragó en seco— Estás malito.

— Un resfriado, tal vez.

— ¿Y si es algo peor? Podrías irte a casa, es la última hora y...

— Iré a casa, pero contigo. No te dejaré. — Le revolvió los cabellos— Ayer hizo frío, debí usar abrigo.

— Traeré una extra todos los días para que ya no te enfermes.

JeNo lo observó irse hacia el grupo que le correspondía y suspiró analizándolo.

JaeMin era un omega, uno puro. Su madre le había enseñado que quisieran o no los omegas estaban diseñados para cuidar a su alfa y que eran extraordinariamente buenos en ello.

No dudaba de eso, menos teniendo a JaeMin como pareja.

YeEun rasguñó sus piernas con rabia, odiaba que ese estúpido omeguita bebé (como ella lo llamaba) tuviera a JeNo de novio.

𝐓𝐎𝐔𝐂𝐇 ❀【NoMin】❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora