-Volveré a casa en unos días - le contesté a mi tía, quien me había llamado esa mañana para preguntarme como estaba.
-¿Estás con los chicos? - mi mirada se quedó clavada en Mimi, quien hacía el desayuno solamente vestida por una camiseta y un fino tanga.
-Ahora mismo no. Estoy en casa de Mimi, dormí aquí- dije apartando la mirada de la rubia, para poder centrarme en la conversación.
-¿En casa de Mimi? Si vive aquí al lado ¿Por qué no te viniste para acá? - mordí mi labio inferior tratando de buscar una buena excusa.
-Pues... ya sabes, queríamos pasar tiempo juntas, que ha sido mi mejor amiga siempre y hace mucho que no nos vemos - solté sin más.
-No paráis eh, todo el día juntas - rió.
<<Y tan juntas... >> pensé.
-Ya, bueno - reí falsamente. - Voy a pasar unos días aquí con ella, que tenemos pensado hacer varias cosas.
-Genial, tu avísame a donde vayas y ya está. Pásatelo bien y llama a tus padres ahora, anda - suspiré y asentí aunque no pudiera verme.
-Ahora los llamo, adiós - me despedí de ella y colgué la llamada.
Salí al patio mirando las verdes vistas que tenía y respiré tranquila.
-¿Todo bien? Te he escuchado llamarme amiga - reí y agarré la taza de café que me había preparado.
-Era mi tía y sus mil preguntas - dejé un pequeño beso en sus labios. - Y ahora me toca llamar a mis padres.
-Adelante - respondió ella dejando un beso en mi frente y haciendo el amago de irse.
-Tranquila, puedes quedarte - sonrió y las dos nos sentamos en la hamaca de tela que tenía colgada allí. Dejé el café en la mesa y cogí mi móvil.
Marqué el número de mi madre, quien cogió la llamada rápidamente.
-¡Miriam! ¿Cómo va todo?
-Buenos días, mamá - sonreí - todo va genial, la verdad.
-Ya me ha contado algo tu tía ¿Está por ahí? - preguntó ella.
-No, no, es que... no estoy en casa ahora mismo. Me quedé a dormir en casa de Mimi.
Dar las mismas explicaciones a todo el mundo se me hacía muy pesado porque sabía que después de eso, venían las preguntas que tanta pereza me daba responder.
-Ah bueno, genial entonces ¿no? - me extrañé al ver que no me había hecho su habitual interrogantorio.
-Claro, si. Súper bien - Mimi me miraba con gracia mientras bebía su café.
-Dale un beso de mi parte ¿Vale? Y disfruta de ella, que luego te pegas todo el día "Ay Mimi no se qué" "Pues Mimi, Mimi, Mimi, Mimi".
-¡Mamá!
Mimi, quien estaba escuchando la conversación, trataba de aguantar la risa y no tirarse el café encima.
-No pasa nada, cariño. Te aguantaremos igual - me llevé una mano a la cara muriéndome de vergüenza. - Pásatelo muy bien, te quiero.
-Y yo, mamá y yo... un beso - colgué la llamada y la rubia comenzó a reír a carcajadas.
-¿Tanto hablabas de mi, leona? - le di una pequeña patada en la pierna y miré para abajo sin saber bien que decir.
-Mi madre es una bocazas.
Ella se incorporó y colocó su brazo alrededor de mis hombros para después llenarme la cara de besos.