Capítulo 2

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- Alice... Alice... - Los susurros me desesperan, pero mi cuerpo está adormitado, mi vista borrosa y me encuentro al borde de un ataque de pánico, no puedo moverme ni reaccionar completamente.

Una opresión en el pecho no me deja respirar y los gritos solo se quedan en mi mente. El sudor ha empapado las cobijas y las voces aumentan.

- No lo hagas Alice

El terror me atenaza, pero mis labios no se mueven, solo muevo mis ojos de un lado al otro intentando buscar ayuda. Las voces se vuelven más insistentes, rodeándome disonancia de susurros y advertencias.

- ¡No lo hagas, corres peligro! - Cada grito va cargado de desesperación.

Los bordes de mi visión se oscurecen y mis ojos se llenan de lágrimas que no logro derramar. Trato de mover un dedo, tan solo un dedo, pero es inútil, mi cuerpo no me obedece. Los sonidos a mi alrededor se distorsionan, mezclándose con los latidos acelerados de mi corazón y un zumbido en mis oídos me hace perder el control. Es un zumbido, es tan fuerte que duele.

- Ayuda - La primera palabra que logra salir de mi boca.

Con esfuerzos desesperados por fin logro mover mi mano, reacciono lentamente, pero por instinto llevo mis manos a mis oídos intentando controlar el zumbido y siento un líquido correr por mis manos, chasqueo los dedos con debilidad y la vela que está en la mesa de noche se enciende, acerco mis manos y el color carmesí me confirma que es sangre, tomo la vela para rectificar si la almohada se ha manchado y la sangre está palpable allí. Las lágrimas que hace poco no lograban derramarse corren por mis mejillas, no sé si por miedo o por alivio.

Escucho algunos sonidos provenientes del pasillo principal y me paro lentamente con las piernas temblorosas y los pies tocando el frío piso de la habitación. Llevo la vela en mi mano para salir del dormitorio, quiero saber qué son esos sonidos. Cuando cruzo el pasillo, veo que solo es un pequeño gatito jugueteando por ahí. Sus pisadas y saltos generan eco por todo el lugar, lo sigo para ver qué más hará y se detiene justo en la puerta que da al gran jardín, me agacho para acariciarlo y lo alzo para llevarlo conmigo.

- ¿De dónde eres, pequeñín? - Tan solo ronronea mientras se estira en mis brazos.

- ¡Por Satán! - El grito ha ahuyentado al gatito.

He gritado al ver la silueta de un hombre en el cristal de la ventana, la luz de la vela solo me dejaba ver una silueta oscura al reflejarse contra el cristal, apagué la vela para que la poca luz de luna me dejará ver de quién se trataba, entonces el gran brujo Kedwyte se ve por la ventana, su negro cabello es movido por el fuerte viento que hay del otro lado, sus grises ojos que reposan debajo de las pobladas cejas no se perciben por la poca luz, miro detenidamente sus facciones, una quijada fuerte y sus labios, su sonrisa se hace presente y caigo en cuenta de que lo estoy mirando sin descarado alguno fijamente, vuelvo a mis sentidos y camino al corredor al mismo tiempo que la puerta del jardín se abre y el aire frío me toma por sorpresa.

- ¿Alice? - Ignoro el llamado, pero me toma del brazo y me lleva al jardín.

- Debo ir a los dormitorios - Es lo único que se me ocurre decir cuando la humedad del césped hace contacto con mis pies descalzos y el frío me eriza la piel.

- ¿Tampoco puedes dormir? - Me pregunta al tiempo que pone su abrigo en mis hombros para calmar el frío. Estoy atónita viendo cada movimiento, escuchando el sonido de la puerta, chocando al unísono con el viento - Debería cerrar la puerta, el ruido podría levantar a alguien.

- Sí - Solo la mira y esta se cierra, aquello de mover cosas con la mirada.

- ¿No dirás nada? - La cercanía de su aliento me desconcierta.

Detrás de la escoba: El legado de una brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora