Capítulo 6

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Él es lo único extraordinario, en mi mundo ordinario.
A🌙A

Presente

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Presente

Narra Candy.

—¿Qué? —cuestiona confundido. Tomo un par de respiraciones y limpio mis lagrimas.

—Maté a Sebastian, Gideón —repito esta vez sin llorar. Gideón me mira más confundido aún

—¿Por qué estás diciéndome esto? ¿Quieres volver a alejarme? —replica. Niego con la cabeza, luchando con no volver a llorar.

—Te lo estoy diciendo porque es la verdad. Yo maté a Sebastián —declaro firme. Gideón suspira y niega con la cabeza.

—Necesito el contexto de esas palabras —pide. Tomo aire y miro a la ventana.

—Sebastián se quitó la vida hace unas semanas —comienzo—. Lo hizo porque me creyó muerta. Por eso fui yo quien lo mató, Gideón. Por mi egoísmo de desaparecer, te hice daño a ti y le quité la vida a él —determino, negando con la cabeza.

—No fue tu culpa. Sí, tienes razón, fue egoísta el haber desaparecido de nuestras vidas y no te haré sentir mejor por eso, pero tú no lo obligaste a ponerle menos valor a su vida que a la tuya. El cobarde fue él, al no poder aceptar vivir en un mundo en el que tú no fueras parte, sin embargo, lo entiendo, ¿sabes? Yo me creí muerto en vida con tu perdida, pero a diferencia de él, yo sí valoro mi vida y aunque te ame, no vale más tu vida que la mía —zanja.

—De todas maneras, no puedo dejar de culparme por su muerte, Gideón —declaro porque no sé qué más decir. Gideón suspira cansado.

—¿Qué más tienes que decirme, Candy? —cuestiona. Suspiro. Tengo que decirle tantas cosas.

—Muchas cosas más, Gideón —confieso—, pero no quiero hablarlas aquí. Ya está anocheciendo. Prefiero ir a mi hotel y verte mañana, si estás de acuerdo, claro. —Me apresuro en añadir. Gideón suspira viendo hacia los lados.

—Vamos —dice y enciende de nuevo el auto.

Veo por la ventana dejando que solo las canciones de las radios, opaquen el silencio creado entre nosotros.

—¿Tienes idea de lo que estoy luchando conmigo ahora mismo? —dice de pronto. Lo miro arrugando el rostro sin entender a lo que se refiere.

—No entiendo —confieso. Gideón suspira, apretando el volante.

—Quiero tomarte, Candy. Es lo único que quiero hacer desde que te vi ayer. Quiero tomarte aquí mismo en el auto. Quiero llevarte a mi apartamento y hacértelo contra la pared que tiene tu cuadro. Quiero abrirte de piernas, Candy y recordarle a tu sexo qué lengua es la que lo hace correrse a chorros. Eso quiero —confiesa. Tomo aire fuertemente. Necesito eso. Anhelo todo eso.

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