Capítulo 17

186 52 9
                                    

¿Qué se hace cuando la persona que mantiene tu mundo cuerdo, es la misma que lo enloquece?
A🌙 A

¿Qué se hace cuando la persona que mantiene tu mundo cuerdo, es la misma que lo enloquece?A🌙 A

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Presente.

Narra Candy.

Despierto nuevamente sin Gideón a mi lado. Suspiro. Anoche no preguntó nada cuando le dije que había robado a un niño, pero sé que espera que se lo explique. Me levanto de la cama para ir al baño y poder estar aseada por si ya no desea que esté aquí.

Intento alejar esos pensamientos depresivos. Gideón ha demostrado amarme por encima de todo, espero que también entienda esto.

Al estar ya lista, aseada y cambiada regreso al cuarto encontrándome a Gideón de frente entrando también. En sus manos tiene una bandeja con lo que imagino es el desayuno. Sonríe tímido. Es tan hermoso.

—Hola —murmuro bajo.

—Buenos días. ¿Cómo dormiste, Caramelito? —Muerdo mis labios ante la mención del diminutivo de mi apodo.

—Dormí entre las garras del Lobo, así que dormí muy bien. —Deja la bandeja en la mesa de noche, mirándome y sonriendo. Camino hasta él—. ¿Y tú? —Tomo una fresa del plato, la unto de chocolate derretido y la llevo a mis labios, cerrando los ojos para disfrutar el sabor.

—Túmbate. —Abro los ojos sin entender. Gideón señala la cama, repitiendo la palabra. Contengo la respiración.

Como ya sé lo que quiere, me desvisto rápido, obedeciendo su orden. Una vez estoy desnuda completamente, me acuesto sobre la cama. Gideón toma la bandeja, la coloca a mi lado y se posa sobre mí, con su boca, toma una fresa, la unta en chocolate, y me mira antes de pasarla por el centro de mis pechos.

El chocolate está frío de refrigerador, pero mi cuerpo arde, por lo que el contraste es fascinante. Me estremezco.

—Quieta —ordena, más, se me hace difícil cumplir esa orden, porque por donde pasa, mi piel se eriza—. Candy —advierte. Trago saliva.

—No puedo —chillo, extasiada.

Veo cómo se come la fresa, agarra la bandeja dejándola nuevamente sobre la mesa. Lo miro. Pienso que se irá, pero no, se queda de pie al lado de la cama.

—Date vuelta, colócate sobre tus rodillas y manos. —Reprimo un jadeo. Por su tono de voz, sé que me dará duro... Y lo estoy deseando. Lo hago.

Acaricia mi trasero con suavidad. Grito de sorpresa, cuando vierte chocolate, luego lo lame, para terminar mordiendo ligeramente mi nalga derecha.

Pasiones LiberadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora