1. Un concurso no tan ridículo

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El mundo tiene muchos países. Curiosamente, la mayoría de ellos son subdesarrollados. Es ese el caso de la pequeña isla de Cuba. Sinceramente las condiciones económicas no son las mejores.

—¿Marelys, tú qué sabes del agua? —le preguntó una señora en bata de dormir a otra.

Ambas hablaban a gritos, con la calle de por medio. Por dicha calle pasaron dos jovencitas, vestidas del característico uniforme azul de la enseñanza preuniversitaria cubana.

—¡Apurate, apurate! —apremió Isabella.

—Isa, calmate, aún faltan cinco minutos —le dijo su amiga Lana.

—¡Ay! Si yo llego tarde...—Isabella dejó la frase en el aire para darle intensidad.

—Calmate, mujer, que sino un día de estos te va a dar un infarto —le recomendó Lana.

Continuaron su camino hasta llegar a la escuela, donde tenían un repaso importante para la próxima prueba de Historia de Cuba.

Durante esa hora, llena de fechas y hechos del 1953 y 1955. Lana e Isabella se dedicaron a prestar total atención a las explicaciones de su profesora. Ignorando los comportamientos animalados de algunos de sus compañeros.

En su adolescencia las amigas desarrollaron un comportamiento fuera de los estándares, uno que tiraba más a las culturas asiáticas. Tal vez por su inclinación hacia las series y programas de este continente.

En medio de la explicación de la profesora sobre las acciones del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, un chico de cabello casi siempre despeinado, alzó su mano.

—Dime, José Luis —entonó la mujer con cansancio.

—Profe ¿y ahí no estaba Maceo también? —cuestionó el jóven.

Todo el grupo de adolescentes rió escandalosamente. Él siempre decía alguna estupidez y aunque costara creerlo no eran intencionales.

La mujer de cabello corto tuvo que llevarse las manos a la frente y reír para no llorar. Luego retomó su clase explicando a voz alzada que era imposible que Antonio Maceo estuviera presente en ese hecho, puesto que había muerto años antes.

Después del repaso. Las dos chicas visitaron a su tercera amiga. Su nombre era Ilenia.

Ilenia no iba a su misma escuela. Se podría decir que lo académico no era lo suyo. Había reprobado primer año del Preuniversitario y actualmente cursaba la facultad. Era la educación para adultos con fin de obtener un doce grado.

Lana e Isabella le hicieron el recuento de todo lo que había pasado esa semana.

—Es muy creída —destacó Isabella, hablaban de una compañera de clases.

—Bueno, pero no le hagan caso —aconsejó Ilenia.

—Y el otro imbécil también. El otro día me tiró un beso. Ja. ¿Por qué? ¿Yo acaso le he dado esa confianza?. Por Dios.

Isa comenzaba a exaltarse.

—Oigan, ¿qué tal si vamos un rato al parque? —inquirió Ilenia.

Animadas por ella, las tres fueron al parque más cercano donde se celebraba un carnaval típico del pueblo, se le solía llamar "trochas".

Recorrieron el lugar, comieron comida chatarra que tal vez le sumarían unos kilos de más y le echaron un vistazo a los productos que exibían los vendedores ambulantes.

—¡Una oportunidad única! —gritó un hombre junto a un árbol del parque, cerca de las tres amigas.

—Ay, ¿que le pasa a ese señor? —cuestionó Isabella cubriendose los oídos, los ruidos fuertes la molestaban.

—Solamente hoy. Acerquense, acerquense —entonó de nuevo aquel hombre.

Una multitud curiosa se asomaba alrededor.

—Como premio de nuestro concurso. Recibirá usted, seis millones de dólares americanos —explicó al obtener un buen público.

La gente se asombró de inmediato. Ese era mucho dinero.

—Je. Seis millones dice -río Ilenia por lo bajo.

—Pff. Sí claro —Isabella aplaudió como una foca.

La gente se acercaba a probar suerte.

—Intentemoslo de todos modos. Al menos nos divertimos un rato —animó Lana.

Sin esperarlo terminaron por ganar y les fue entregado el dinero. Porque sí era real.

—¿Qué haremos con tanto dinero? —preguntó Lana mirando la tarjeta de crédito en sus manos.

Las chicas ahora se encontraban en la casa de Isabella. Decidiendo qué hacer.

—A mi me gustaría arreglarle la casa a mi familia —mencionó Ilenia.

—Es una buena idea —le dijo Isabella—. Pero aún nos queda mucho billete.

Siguieron pensando durante un rato.

—¡Oigan, se me ocurre algo! —exclamó Lana.

Las otras dos la voltearon a ver con curiosidad.

—Las tres nunca hemos tenido oportunidad de salir de este querido y hermoso país —argumentó.

Era cierto. La economía de la mayoría de los cubanos no era tan buena como para viajar a otro país. Lo más lejos que las chicas habían viajado era a las provincias vecinas.

—¿Qué tal si viajamos juntas? —inquirió Lana

Isabella e Ilenia sonrieron con emoción.

—¡Uy si, un viaje juntas! —exclamó Isabella—. ¡Qué emoción! —brincó

—Falta que elijamos un país —destacó Ilenia, acomodándose mejor en el sillón de madera—. Por favor no digan Estados Unidos porque es muy tedioso. No entiendo porqué la gente siempre se va para allá.

—Es verdad, parecen leche hirviendo. ¡Para arriba, para arriba, para arriba! —exclamó Lana.

Sus amigas soltaron risotadas.

—La pusiste buena —chilló Ilenia en medio de una risa.

—¿Pero que país deberíamos elegir? —volvió a centrarse Isabella en el asunto.

—¿Isa, puedo borrar las novelas de los chinitos de tu memoria?.

El grito del hermano mayor de Isa recorrió el pasillo de la casa desde su habitación hasta la sala.

—¡No son chinos, son coreanos! —exclamaron las tres amigas al mismo tiempo.

Ese era como un mantra. De tantas veces que tenían que repetir la frase ya salía casi de forma mecánica.

—¡Y no me los borres! —agregó Isabella.

—¡Eso es! —exclamó Lana—. Seúl. Podemos viajar a Seúl.

Las amigas asintieron con emoción.

—Nos vamos a Seúl, a conocer coreanitos. Me voy a buscar un novio coreano. Cha la la.

—Ilenia —la reprendió Isabella tratando de no reírse.

—De acuerdo. Comencemos a ver lo de los papeles, pasaportes y todo eso —dijo Lana.

—¿Crees que sea muy difícil? —preguntó Isabella.

—Puede que lleve algún tiempo —afirmó Lana, tomando como punto de aprendizaje los vuelos de su familia materna a Europa—. Pero al fin y al cabo tenemos dinero. Por desgracia eso es capaz de mover al mundo.

Meses después, las tres se hallaban en un avión de camino a Corea del Sur.

N\A:
Espero que les haya gustado este primer capítulo. Si es así pueden votar y comentar. Eso me pondría feliz como lombriz.

Trochas:
Son unos carnavales que se celebran en muchos pueblos de Cuba. Suelen realizarse en verano casi siempre, cuando los estudiantes están de vacaciones. Aquí cambié un poco eso a favor de la historia.

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