40: Consecuencias

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Las manos me tiemblan al tiempo que mis ojos se llenan de lágrimas, una presión se extiende por mi pecho dejándome la sensación de que algo anda mal. Trago grueso cuando veo como el hombre frente a mí levanta su teléfono y el pitido de este me pone los pelos de punta.

—Buenas noches, Sr. Taylor —habla y yo comienzo a tamborilear mis dedos, nerviosa—Hay una mujer que quiere verlo —agrega y dejo de respirar. No puede rechazarme, no ahora— ¿Nombre? —Pregunta fijando sus ojos en mí.

—Kaile —respondo en un susurro y el hombre me mira entrecerrando los ojos.

—Kaile —repite contra la bocina y asiente con la cabeza para segundos después cortar.

— ¿Qué pasó? —Pregunto mientras jugueteo con mis dedos.

—Que lo espere aquí —responde y sorbo mis mocos.

Esto es estúpido, no puedo estar tan nerviosa por verlo, he hecho peores cosas que solo verlo. Pero sé que tan orgullosos pueden llegar a ser los hombres y más si los has ofendido, en mi caso, rechazado. El pitido del ascensor me tensa todo el cuerpo y respiro hondo tratando de controlarme, muerdo mi labio sintiendo mi corazón martillar en mi pecho. Los pasos se sienten cada vez más cerca, su olor llega a mí y me giro solo para recibir el mismo impacto de la primera vez. Tiene solo un pantalón gris mientras su torso permanece descubierto dejando ver sus músculos ligeramente sudados, su cabello esta despeinado y tengo que controlarme para no irme contra él. Doy un paso en su dirección, pero este no se mueve. Tomo valor para verlo a los ojos y mi corazón se estremece al verlos, pero todo eso se va al notar como estos me dedican una mirada fría, ya no está esa lujuria ni esa perversidad que tanto denotaba, ya no me ve igual y eso es suficiente para que mis ojos se llenen de lágrimas.

—Blas —digo casi en un susurro.

— ¿Qué quieres? —Pregunta y la frialdad en su voz me descoloca haciéndome retroceder.

—Yo solo quiero decirte que... —Dejo de hablar cuando veo a Santiago entrar en el lugar, mi cuerpo se estremece cuando veo como trae una gabardina negra y guantes de cuero del mismo color.

Las pesadillas vuelven y por un segundo mi mundo se oscurece. Fijo mis ojos en Blas cuando Santiago no se molesta en hablar y solo sube al ascensor. Blas permanece con la misma expresión de indiferencia y siento como cada parte de mí va perdiendo fuerzas.

—Lucas, ya se enteró —suelto de golpe y por un milisegundo logro ver algo más que frialdad en su rostro, pero el hecho de que no me diga nada y solo se limite a verme como si de un bicho se tratase, es suficiente para que las lágrimas vuelvan

— ¿Y? —Pregunta con desdén y eso es el detonante para que yo suelte un sollozo.

—Yo, no quería lastimarlo.

— ¿No? —Pregunta y al fin veo algo diferente en su rostro, pero mi pecho se comprime al notar la burla con la cual habla—¿Qué pensabas que pasaría cuando se enterara? ¿Qué te iba a dar rosas o qué? —Agrega y la forma como lo dice me golpea y me hace sentir estúpida, frunzo el ceño y niego.

—No, pero yo no quise hacerlo, esto fue tu...

— ¡No te atrevas! —Exclama de repente haciéndome sobresaltar—Esto es tu culpa y lo sabes, no vengas a escudarte en mí —agrega y mi rostro se contrae por la indignación.

— ¡Tú fuiste quien me buscó! —Grito señalándolo y él suelta una risa que me hace hervir la sangre.

— ¡Yo no era el que tenía que respetar, sí te busque, pero pudiste negarte! —Grita y mi mandíbula se tensa.

Prohibida [Codicia #2] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora