Capítulo Ocho

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Narra Nikolas Hoffman

Segundo día de la semana y lo empecé de la misma manera que el primero, con una pereza tremenda por no haber dormido bien. Le atribuiría esto a Ally como de costumbre, pero sorprendentemente mi pitufina había dormido temprano y sin provocar ruido alguno.

Esta vez, el responsable directo de mi desvelo era aquel muchacho de la cafetería, es que no podía sacarlo de mi mente, se había instalado como uno de los recuerdos más sublimes pertenecientes al día de ayer.
Lo más gracioso era que no conocía si quiera su nombre o a qué turno acudía, si era visitante o estudiante de Weston, ¿Cómo saberlo? No es que bañado completamente de comida le hubiera dicho: 'Hola guapo, ¿Me brindas tu nombre?' Vaya, qué patético habría sonado.

—¿Joven Nikolas, tiene alguna pregunta? —consultó el profesor, al percatarse de mi distracción.

—Ninguna, Doctor —respondí elevando mis ojos hacia él.

—Muy bien, ¿Alguien tiene una duda respecto al tema tratado? —insistió señalando a algunos de mis compañeros.

—Yo tengo una —dijo Josh alzando su brazo izquierdo, pidiendo la palabra.

Todos volteamos a verlo, expectantes.

El profesor también lo observó por un momento, analizando sus movimientos, como tratando de adivinar si iba en serio o eran solo sus ganas de bromear. Subió una de sus manos hasta sus lentes, los retiró de su rostro y procedió a limpiarlos con un trapito de seda que sacó de su bolsillo derecho.

El silencio era algo incómodo.

Dudé si seguir prestando atención o volver a regalar mis pensamientos a aquel joven curioso, pero la respuesta llegó por si sola.

—Adelante, lo estamos esperando, Josh —le autorizó el profesor, apoyando su cuerpo sobre su escritorio.

—Bien, verá... —comenzó a expresarse, regalándome una sonrisa juguetona, lo que me hizo intuir qué tipo de pregunta haría —Sucede que hace un par de semanas mi pareja me engañó con un amigo y aún no me crecen los cuernos, ¿Será acaso que me falta calcio, doc? —finalizó con seriedad, ocasionando risas entre mis compañeros.

—No, estimado, lo que te falta es compromiso y, la madurez necesaria para entender que no puedes desperdiciar el tiempo para hacer preguntas tan tontas, cuando puedes emplearlo para obtener respuestas que te ayudarán a lo largo de tu carrera —colocó sus lentes en su lugar, y prosiguió, abriéndose paso entre nosotros —Ahora, haré yo las preguntas, y el que no responda tendrá puntos en contra para el próximo parcial. Todo esto se lo pueden agradecer a su compañero Josh.

Pese a los insultos en voz baja hacia mi amigo castaño, el profesor se mantuvo firme en cuanto a realizar preguntas.

Mientras los demás estudiantes iban levantándose para responder las interrogantes que se les asignaban, desconecté un momento de la clase y mi mente viajó unos años atrás...
Kat con un vestido rojo precioso, largo, con bordados en la espalda y ceñido a su cuerpo, diciéndome que estaba muy contenta de haber obtenido una beca en la escuela de pintura, riéndose de mis chistes bobos y robando un poco de bocaditos de la reunión familiar para compartirlos conmigo en el patio del local. Esa noche recibí el último abrazo proveniente de ella, sin pensarlo, fue uno de esos que ella me daba siempre para reconfortarme, quisiera haberlo disfrutado más. Además, su sonrisa, daría lo que fuera por verla otra vez, por oír de nuevo su voz u observar una vez más sus gestos. ¡Ay, cómo la extrañaba! Aunque ya había asistido a terapia para poder sobrellevar todo eso, nunca se iría del todo, o al menos yo no lo quería así.

—Hoffman... Nikolas Hoffman —oí al profesor pronunciar mi nombre, lo que significaba que era mi turno. ¿Tan rápido había pasado el tiempo?

Una estrella con poco brillo - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora