Capítulo Dos

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                                       Diez años de edad

Pero Isabella, ¡Entiende mujer! No es normal que tenga esas conductas.

Matías, cariño, tienes que comprender que todavía es un niño y nada de lo que hace representa un peligro para él. Por favor, tenle paciencia.

¡Caramba mujer!

Oí un gran estruendo que me hizo despertar de golpe, con pasos lentos y en puntillas, me acerqué al pasadizo para visualizar qué estaba pasando...
Empecé a escuchar gritos, con sumo cuidado asomé la cabeza por la puerta de mi habitación y, pude observar a mi madre recogiendo los pedazos en los que se había convertido su florero preferido mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas, enfrente de ella se encontraba mi padre notablemente exasperado lanzándole gritos.

—¡Tú tienes la culpa de todo esto, maldita sea! No sé en qué momento te convertiste en una madre tan terrible para nuestro hijo, no sé cómo dejaste que esto sucediera —exclamó exasperado mientras apuntaba con su dedo índice a mi entristecida madre.

—No entiendo tu molestia, soy una buena esposa y sobretodo una buena madre para Nikolas, él nunca nos ha faltado el respeto, es un buen muchacho y no merece que te expreses de esa manera —respondió entre sollozos.

—Él es un niño, no tendría por qué actuar como una mujer si lo hubieras educado bien, si le hubieras enseñado a ser hombre. Pero la culpa es mía, por dejarlo pasar tanto tiempo contigo y con tu sobrinita esa, Katrina; esa muchachita tiene toda la responsabilidad de esto, ella lo dejaba jugar con sus muñecas y dejaba que la peinara, incluso le enseñaba como ayudarle con su maquillaje. ¡Maldigo la hora en que la dejé entrar a mi casa! —dijo buscando a las culpables de mis actitudes, tomó un último aliento y finalizó —Te advierto desde ahora, que como mi hijo sea un maricón, se va de esta casa y no vuelve a saber de nosotros. No tengo ganas de seguir discutiendo contigo Isa. Ten buena noche, me voy a dormir a la sala para evitarte la fatiga de correrme de la habitación —se dio la vuelta dirigiéndose a su habitación para sacar de allí una manta y una almohada, para luego seguir su camino hacia la sala.

Mi madre, sin parar de llorar, terminó de limpiar el desastre que había ocasionado mi padre, luego fue a por un poco de agua y sus pastillas para dormir, para finalmente adentrarse en su habitación cerrando la puerta detrás de ella.

Yo imité su acción, con mucha delicadeza cerré del todo la puerta y me acurruqué en la cama. Quise volver a dormir, pero no lograba conciliar el sueño.

"No es normal que tenga esas conductas"

"Katrina es la responsable de todo"

No podía entender el por qué mi padre decía que yo no era normal, siempre me esforcé en ser mejor cada día, para que no me reprochara nada.
¿Por qué él pensaba que era distinto? ¿Qué no era un hombre? ¿Qué tenía de malo que jugara con muñecas? ¿Por qué culpaba a Kat?

En medio de tantas preguntas, con respuestas claras para mí, las cuales eran correctas y no tenían nada de malo, seguía tratando de encontrarle sentido a la molestia de mi padre y a sus palabras.

Una media hora después, inmerso en mis pensamientos y sintiéndome mal por no encontrar el error en mí, logré caer en un sueño profundo.

*(...)

Escuché a lo lejos mi canción favorita y en mis sueños comencé a bailarla torpemente...
"Lalala la lalala la la la lalaaaaa"...
No pasaron ni cinco minutos de que estaba gozando ese temazo hasta que algo en mi mente hizo clic y sabía que no era una fiesta sino mi alarma que indicaba que ya se me estaba haciendo tarde.

Una estrella con poco brillo - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora