“Katrina está muerta”
No. No. No.
Kat estaba en su casa, debía haber llegado ya del trabajo. Ella estaba en su casa comiendo o haciendo tareas.
Kat estaba en su casa.
Kat.
Kat no podía estar muerta, era apenas una joven y no le había hecho daño a nadie jamás.
“Kat está muerta”
De pronto muchos recuerdos nublaron mis pensamientos, recuerdos nuestros de pequeños cuando jugábamos y me defendía de mi papá o de cualquier otra persona que se burlara de mí.
Un fragmento de cuando me regaló mi primer unicornio de peluche, otro de cuando veíamos arcoíris juntos, otro de cuando apreciábamos los paisajes, otro de la vez que me enseñó a bailar y así miles y miles de imágenes fueron inundando mi mente.
Su risa, sus carcajadas, sus abrazos, sus regaños, sus golpes al jugar. Ya no podría volver a gozar de nada de eso nunca más. No volvería a ver más sus ojitos risueños llenos de ilusión, su cabello rizado que caía sobre su espalda, su cuerpito tan frágil ni sus gestos tontos.
—Nikolas, trata de calmarte —escuché en un susurro, como si me hablaran desde kilómetros —levántate, por favor.
¿En qué momento había caído? No sabía ni cómo llegué a estar sentado sobre el suelo.
Pude percibir las lágrimas resbalando por mis mejillas, quemaban, y lo hacían de una manera tan intensa, que podía jurar que estaba sangrando.
—Mi amor, por favor, déjame abrazarte. Levántate, ¿si? —hizo el intento por sacarme de mi ensimismamiento.
“Mala idea”
Volví a ver el colegio frente a mí, a Nat a un lado y yo estaba sentado sobre mis pantorrillas sobre el asfalto. Apreté mis puños y di un golpe sobre este, luego otro y otro y otro, no podía parar.
Los ojitos risueños de Nat me miraban horrorizados, pidiéndome que parara, diciéndome que me iba a lastimar.
No importaba nada, no sentía más dolor que en mi pecho. Tenía una opresión que no me dejaba y un nudo súper enredado en la garganta.
—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Maldita sea, Kat no. No puede ser —comencé a soltar mientras las lágrimas se apoderaba de mí.
—¡KAT! ¡KAT! ¡KAT VUELVE, POR FAVOR! ¡KAT, NO ME DEJES SOLO! —gritaba y gritaba para arrancarme esa sensación de angustia, de dolor.
—Kat, yo te amo. Tú me dijiste que estarías aquí siempre, que me ayudarías y me protegerías —sollocé casi quedándome sin voz —Kat, tú eres mi estrella terrenal. No te vayas al cielo, no te vayas.
Las lágrimas caían a borbotones de mis ojos, no podía detenerlas.
Nat se sentó a mi lado, llorando también la partida de Kat, trataba de tranquilizarme sin saber cómo hacerlo.
Luego de dos horas y un poco más, ya no me quedaban lágrimas, pero el dolor seguía. Esa sensación horrible no me dejaba.
—Nik, cariño, ya tenemos que levantarnos. Ya va a ser hora de la salida y esto se llenará de estudiantes. —tomó aire —Vamos a casa de tus tíos, tus papás nos esperan allá.
—No quiero moverme, no me importa que me vean, igual siempre se han burlado de mí. —mi boca se movía, pero yo seguía pensando en Kat —Ya no me importa nada si no está ella.
—Mi amor, vamos a casa de tus tíos, por favor. Allá estarás más tranquilo. —insistió tomándome del brazo —Levántate, por favor.
No sé con qué fuerzas, pero me despegué del suelo.
Nos encaminamos a casa de mis tíos, no supe en qué momento llegamos. Solo recuerdo que todos estaban destrozados llorando, mamá me explicó que su novio en un arranque de celos la asesinó, desapareció su cuerpo y luego se mató él, pero antes de quitarse la vida llamó a mi tía para decirle lo que había hecho. Luego mi mente desconectó de nuevo.
De pronto ya no estaba en casa de mis tíos, ahora estaba en mi habitación y ya era de noche.
—Nik, toma un poco de manzanilla. La preparé para ti —extendió la taza delante de mí.
—No me percaté cuando entraste, Nat. ¿Ya avisaste a tus papás que estás aquí? —inquirí recibiendo la infusión.
—No me iré de aquí hasta que te sientas mejor, cariño —dijo en un tono amable.
—¿Por qué ella, Nat? ¿Por qué? —sollocé.
—Así lo quiso Dios, Nik. No dudes que ella está en un lugar mejor, descansado de los abusos de su enamorado y no le gustaría verte triste. Por favor, trata de calmarte. Te amo —finalizó depositando un beso en mis labios.
Bebí la manzanilla y traté de apartar de mi mente los pensamientos respecto a la muerte de Kat, sin obtener resultado.
Nat me abrazó y acostados sobre la cama, me quedé dormido escuchando los latidos de su corazón.
Cuando desperté ya era súper tarde y él aún estaba acostado a mi lado, sus ojos cálidos estaban cerrados, sumidos en un profundo sueño.
Decidí no despertarlo, con sumo cuidado me liberé de sus brazos para acercarme a mi ventana. La luna estaba muy linda y a su lado yacía una estrella resplandeciente.
Kat.
—Mi estrella, mi ser de luz, finalmente pasaste a engalanar el firmamento con tu presencia. Kat, te amo con toda mi alma y nunca va a dejar de ser así. —dije con la esperanza de que me oyera —Gracias por tanto y perdón por tan poco.
Sentí unos brazos alrededor de mi cintura.
—¿Te sientes mejor, cariño? —me dio un beso en la mejilla.
—No, creo que no volveré a sentirme mejor nunca —expliqué —por ahora solo necesito de ti, bésame, Nat.
Nos sentamos sobre la cama y me besó, tal y como se lo pedí. Necesitaba eso, lo necesitaba a él, a la otra persona a cual amaba demasiado. Entre mimos y charlas perdimos la noción del tiempo.
—Oye guapo, a que no puedes besarme de nuevo —me retó mientras se movía por toda la habitación.
—¿Quieres ver que sí? —me dispuse a perseguirlo. Y solo por un instante, sentí un mejor ánimo.
Corriendo por la extensión de mi mediana habitación, entre coqueteos y bromas ligeras, logré atraparlo justo sobre la cama.
—¿No que no? —sonreí de lado, apenas.
Procedí a besarlo y él me envolvió en sus brazos. Era mi sensación favorita, como un remedio para el corazón.
Hubiera querido estar siempre así.
—Nikolas, Nathan tiene que irse ya. He pedi…
La puerta se abrió de golpe, fue tan sorpresivo que no me dio tiempo de despegarme de Nat.
—¡¿Qué carajo está sucediendo aquí?! —exclamó notablemente molesto mi padre.
—S-señor p-podemos e-explicarlo —trato de hablar de Nat.
—¡Tú cierra el hocico! —le ordenó mi padre.
—P-apá, déjame explicarte —tragué saliva con dificultad —Nathan, Nathan e-es mi enamorado.
—Me estás bromeando, ¿Verdad? —llevó sus manos hacia su cabeza —Nathan se quería aprovechar de ti, por cómo estás debido a la muerte de Kat, ¿no es cierto?
Maldito maricón, abusivo, ¿Te crees muy valiente sacándole provecho a la situación de mi hijo, no? Te vas ahorita mismo de mi casa —gritó señalando a Nat.
—No papá, él no tuvo nada que ver, fui yo él que le pidió que me besara. —intenté explicarle.
—No, tú solo estás confundido por todo lo de hoy. —dijo convencido —Nathan, no te lo voy a volver a repetir ¡Fuera de mi casa! Detesto con todo mi ser a las personas como tú, son una plaga para la sociedad y una vergüenza para la humanidad. ¡Deberían exterminarlos a todos!
—¿Qué sucede? ¿Por qué tantos gritos? —apareció mi madre.
—Encontré a Nathan aprovechándose de nuestro hijo —soltó furioso mi padre.
—No es cierto, mamá. Nathan es mi enamorado y yo mismo le pedí que me besara —defendí a Nat tratando de esclarecer la situación.
—Entonces se me largan los dos. ¡Fuera de mi casa! No quiero un hijo enfermo, a partir de ahora, te olvidas que tienes padres. ¡Lárgate! —espetó mi padre.
—Matías, no puedes echarlo de aquí, es tu hijo —me defendió mi madre, colocándose delante de mí.
—Este maricón no es nada mío, así que te me largas. Y si tanto te opones, te vas tú también con él, Isa —sentenció.
Mamá se encaminó a mi closet, cogió una mochila y empezó a llenar mi ropa lo más rápido que pudo.
Sentía rabia y mucha tristeza al ver a mi madre llorando de esa forma.
—¿Qué crees que haces? Este idiota se va de esta casa ahora mismo y sin ninguna prenda que yo compré —advirtió mi padre.
—No lo voy a dejar ir así, no podemos abandonarlo a su suerte. Es nuestro hijo, Matías —sollozó mi madre.
—Se van ahora mismo, largo de mi casa —ordenó mientras nos tomaba del brazo para sacarnos a empujones fuera del lugar.
Una vez estando nosotros en la calle, cerró la puerta sin mirar atrás, sin el más mínimo remordimiento. Supuse que mi madre se había quedado llorando y no la dejaba salir.
Luego de unos minutos, nos percatamos que había un taxi esperando por nosotros.
—Nat, no tengo a dónde ir. —informé.
—Cariño, puedes quedarte unos días en mi casa. Hasta que encuentres un lugar donde vivir. —me ofreció mientras pasaba su mano por mi mejilla.
—Muchas gracias por todo, Nat —lo abracé.
—Descuida, siempre cuentas con mi apoyo. Te amo —depositó un pequeño beso en mis comisuras —Vamos a mi casa.
Tomados de la mano nos adentramos al taxi para dirigirnos a casa de Nat. Pasamos el camino en silencio y cuando llegamos le contamos todo a sus padres de Nat, ellos entendieron y me ofrecieron su casa por unos días hasta que encontrara un lugar a donde irme.
Recuerdo perfectamente ese día, porque sentía que el mundo se desmoronaba sobre mí, que el universo estaba en mi contra. Puedo decir que ha sido el único día que lo sentí literal en su máximo esplendor; el clima me acompañó en mi sentir, pues toda la mañana y parte de la tarde, cuando el sol calentaba y llenaba de vida el día, me sentí pleno, lleno de alegría y amor; pero a medida que el sol se ocultaba y la luz desvanecía, cuando el día se volvía noche y la embargaba la oscuridad, podía sentir que caía en un abismo, que mi vida se rompía y agrietaba mi corazón.
Ese día no solo perdí a mi prima, con quien había pasado mis más bellos momentos y los que eran malos, trataba de repararlos. No fue solo mi prima, ella fue casi como mi hermana y la amaba con todo mi ser. Además de irse ella, también se fueron mis padres, me dieron la espalda y no supe más de ellos.
Pero, cuando una puerta se cierra, aún quedan otras y sino, ¿Para qué están las ventanas? Gracias a todo lo sucedido, aprendí a valorarme más y a que hay una solución para todo, menos para la muerte.
Ese día aprendí a ser fuerte, a que solo me tengo a mí mismo y siempre será así. No hace falta que nadie me lo repita.
Me sentía tan miserable, no tienen ni una idea de cuánto.
Pero ese bendito día, marcó un precedente para mí. Fue el inicio de algo nuevo, de una vida más plena y el fin de mis ataduras morales.
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Una estrella con poco brillo - EN PAUSA
Teen FictionNikolas Hoffman, un prometedor médico cirujano, después de enterarse sobre la muerte de su prima más querida, decide crear una línea de apoyo para personas maltratadas o con problemas que afecten su salud tanto física como psicológica. Lo que no es...