Capítulo Cuatro l

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                                  Quince años de edad

"Sus ojos café tan risueños, tan llenos de calidez, que me tienen hechizado. Su sonrisa tan genuina, tan contagiosa, que me encanta. Y su cabello alborotado yendo de un lado para otro. ¡Ay, Dios! ¡Cómo lo amo! No me cansaría jamás de admirar a este tonto"
Pensaba un poco mientras lo veía cantar y bailar al ritmo de Devuélveme a mi chica.

—Sufre mamón —cantó tendiéndome su mano.

—Devuélveme a mi chica —canté tomándola mientras le sonreía.

—O te retorcerás entre polvos pica pica —cantamos juntos bailando tomados de la mano.

La magia no duró mucho porque tropecé con mis pies e hice que ambos cayéramos sobre la alfombra de la habitación de Nathan.

Nos miramos y soltamos sonoras carcajadas.

—Cariño, sí que tienes problemas con el baile eh —bromeó sin dejar de reír.

—Y para qué estás tú, si no es para enseñarme —inquirí mientras me acercaba a su rostro.

—Doy clases solo para ti —sonrió para finalmente unir nuestros labios en un delicado beso.

Quería parar el tiempo en ese momento, quedarnos así, juntos, sonriendo y besándonos. Y es que, el beso era tan cuidadoso como si fuéramos muñequitos de porcelana y al mínimo esfuerzo nos hubiéramos quebrado en pedazos. Era algo único, sin malicia ni perversidad, simplemente amor. Estábamos envueltos en una burbuja de amor.

—Te amo, Nik —susurró a centímetros de mis labios —por favor, quédate cerca siempre.

—Te aseguro que lo haré, Nat —sonreí sin dejar de mirar sus preciosos ojos —también te amo.

—Mi amor, ¿Te parece si vemos un poco de tele? —consultó mientras tomados de la mano, nos levantábamos del suelo.

—Lo que tú gustes, cariño —respondí acostándome en la cama.
La verdad estaba muy cansado, casi no había dormido nada la noche anterior por terminar unos trabajos que debía entregar.

Nat tomó el control de la tele y procedió a acostarse a mi lado. Me envolvió en sus brazos y reprodujo una playlist.

—Tienes carita de sueño, descansemos un poco —soltó depositando un fino beso en mis labios.

Y así, embobados, nos dispusimos a dormir un par de horas hasta que llegara el momento de ir al colegio para nuestros talleres de oratoria.

*(...)

—Nik, ya despierta. Se nos hará tarde. —escuchaba a lo lejos.

—Nik, levántate ya. —volví a escuchar su voz en un pequeño susurro.

—¡Nikolas Hoffman, despierta ahora! No me hagas usar la fuerza bruta —inquirió sacudiéndome.

De pronto sentí algo caer sobre mi cara, no le presté atención.
De nuevo otro golpe suave, pero esta vez en mi espalda.
Luego otro y otro y otro.

Abrí los ojos con pesadez y la imagen que tenía en frente me causó ternura; Nat estaba arrodillado sobre la cama sosteniendo una almohada con sus manos y golpeándome levemente con una sonrisita maliciosa plasmada en su rostro.

En un acto rápido, me abalancé sobre él, tumbándolo sobre la cama.

—Así que muy chistosito ¿no? —dije mirándolo socarronamente, sosteniendo sus brazos.

Una estrella con poco brillo - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora