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Amber pocas veces se había sentido tan incómoda como cuando sus padres se sentaron en la misma mesa del hombre con el que se estaba acostado que era casi un desconocido

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Amber pocas veces se había sentido tan incómoda como cuando sus padres se sentaron en la misma mesa del hombre con el que se estaba acostado que era casi un desconocido.

No era que se avergonzara de él ni mucho menos de sus padres, pero la situación en sí había sido difícil de sobrellevar. Su padre había interpretado muy inocentemente que eran amigos, su madre lo había interrogado como si fuese un probable delincuente o peor, su futuro esposo. Lo había exprimido de información acerca de sus estudios, su trabajo, su familia y hasta su opinión sobre la familia real.

Amber le había hecho todo tipo de señas a su madre para que se detuviera aunque sabía de antemano que no lo lograría. Así que, resignada, se dedicó a admirar la facilidad de Alistar para desenvolverse y responder con calma a las preguntas desvergonzadas de Zoe. Al principio había creído notar que estaba tenso aunque intentaba disimular, pero tras varios minutos se convenció de que solo había sido idea suya.

Lo que sí quedó claro en todo momento fue que Alistar no tenía nada que ver con Mark. Era más bien todo lo contrario, no buscaba agradarle a nadie y respondía las preguntas con seriedad y sin adornar su discurso como lo había hecho su ex todo el tiempo.

Ed había quedado más que conforme con sus respuestas pero no lo había medido con la misma vara que Zoe, a quien Amber sabía que tendría que enfrentarse al día siguiente para escuchar su veredicto aunque nunca lo hubiese pedido.

Cuando por fin decidieron marcharse luego de terminar el café y que ella prometiera que no faltaría a su almuerzo familiar el domingo al mediodía, Amber cerró la puerta de su apartamento y se giró hacia él mientras soltaba un suspiro.

—Estás pensando que saltar por la ventana era la mejor idea ¿verdad? —preguntó con un gesto de disculpas.

Él soltó una pequeña risa y caminó hasta ella cerrando los brazos por detrás de su cintura.

—¿Por qué pensaría eso, cielo? —Inquirió en respuesta—. Tu padre fue muy amable y tu madre...

—Mi madre es un incordio la mayor parte del tiempo.

—En realidad iba a decir que te pareces mucho a ella. Esa personalidad fuerte, decidida... Temible.

Amber parpadeó, no estaba acostumbrada a ese tipo de halagos. 

—¿Temible? ¿Así me ves?

Él sonrió e inclinó la cabeza hasta que su frente quedó apoyada sobre la de ella. 

—Tu belleza me dejó fascinado esa noche en la fiesta, tu manera de moverte, tu forma de mirar... Pero tu personalidad es lo que me tiene hechizado, cielo.

Se alejó apenas para mirarla a los ojos con esa intensidad que provocaba que sus entrañas se retorcieran y enredó los dedos de una mano entre su cabello. Amberly no supo qué decir, no se le ocurría nada sorprendente ni ingenioso porque la había bloqueado por completo, pero recurrió al único recurso que creía que podía llegar a salvarla de quedar en ridículo o ponerlos en una situación incómoda: lo besó.

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