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Cargándola entre sus brazos, Alistar llevó a Amberly a su habitación y la depositó en la cama

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Cargándola entre sus brazos, Alistar llevó a Amberly a su habitación y la depositó en la cama. Con las medias y los zapatos de tacón azules aún puestos, daba una imagen que podría utilizarse para definir la palabra «erotismo».

Era imposible hallarle un defecto a esa mujer, era hermosa, divertida, natural y espontánea. No había nada que le provocase rechazo como había creído en un primer momento. Acababa de tener el mejor sexo de su vida y no podía negárselo a sí mismo pero tampoco explicarlo.

¿Sería que su anhelo de venganza había alimentado su deseo por ella? ¿O simplemente se debía a que habían pasado más de tres meses desde la última vez que había estado con una mujer?

—El helado —dijo ella estirada sobre el colchón sin pudor alguno sobre su estado de desnudez—. Podría comer un poco más de helado ahora, ¿crees que se haya derretido?

Alistar, que se había quedado sentado a su lado, perdido en sus pensamientos, volvió a la realidad al escuchar su voz y le sonrió. 

—¿Te he dejado hambrienta, cielo? Me dio la impresión de que estabas... saciada.

La rubia soltó una risita. 

—Requiere mucho más de lo que has hecho para saciarme —le apuntó—. Es por eso que necesito un poco más de helado.

Él soltó una risa mientras negaba con la cabeza y miraba hacia el techo. 

—Voy a comportarme como el caballero que soy y no hacer ninguna réplica a ese comentario —decidió y colocó una mano en su pierna—. Deja que te quite los zapatos e iré por más helado al congelador. Por la forma en que aumentamos la temperatura en la oficina, el que teníamos debe estar líquido.

Amber movió una pierna hacia un costado para alejarla de él. 

—Déjamelos —dijo haciendo referencia a los tacones—. Cuando vuelvas quizás podemos terminar de cumplir esa fantasía tuya que incluía mi cuerpo y el helado de menta con chocolate.

Alistar sintió que un latigazo de deseo volvía a azotarlo. Lo atravesó por completo y la sangre comenzó a bullir en su interior.

—¿Estás segura de que eso es lo que quieres? ¿Crees que podrás soportarlo? —preguntó sabiendo que los retos y las provocaciones de ese tipo serían su juego de ahora en adelante. Lejos de hacerlo sentir ofendido con sus pullas, Amber había conseguido seducirlo. El fuego en sus ojos no solo lo encendía sino que lo hacía arder. Y él quería que se quemaran juntos.

—Trae el maldito helado y ponme a prueba —apuntó sentándose en la cama apoyando las palmas abiertas sobre el colchón.

—Como desees —asintió y se levantó con una sonrisa de satisfacción.

Le dio la espalda y caminó despacio hasta el despacho. Miró toda la ropa que había quedado en el piso y no hizo ni el menor atisbo por levantarla a pesar de que era prácticamente un fanático del orden. En lo único en lo que podía pensar era en qué posición la tomaría a continuación.

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