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Amber se despertó despacio y con muchas ganas de seguir en la cama

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Amber se despertó despacio y con muchas ganas de seguir en la cama. Se tapó hasta la cabeza y volvió a girarse hacia el otro lado con la intención de seguir durmiendo cuando oyó ruidos provenientes de la cocina.

Su primera reacción fue abrir los ojos de par en par, asustada, pero un momento después recordó que Alistar había dicho que se quedaría allí toda la noche y esperó un momento a que regresara creyendo que quizás había ido a buscar un vaso de agua.

No lo hizo.

Los sonidos en la cocina continuaron por lo que decidió levantarse y ver qué estaba sucediendo.

¿Qué rayos podía estar haciendo?

Se sentó en la cama y miró el piso para encontrar la ropa que había dejado tirada. ¿Dónde había quedado? Estaba casi segura que había caído todo junto a la cama.

Se puso de pie y rodeó esta misma sin obtener resultados.

—¿Dónde diablos...? —masculló por lo bajo. Se rindió al ver la bata azul colgada en el gancho de la puerta y caminó hacia ella para colocársela.

Le sorprendió ver que el lazo que Alistar habían utilizado la noche anterior se hallaba en el lugar de siempre, enganchado a los pasadores. ¿Habría vuelto a colocarla él? ¿En qué momento?

Buscó el cepillo y se peinó frente al espejo sin dejar de prestarle atención a los sonidos que provenían de la cocina hasta que sus ojos captaron algo a través del reflejo que la dejó sorprendida.

Se dirigió hasta la cama y comprobó que tanto su ropa interior como su camiseta estaban dobladas en el lugar que él había dejado vació al levantarse.

Esa misma escena la llevó a recordar la mañana que había despertado en el apartamento de Alistar y encontrado toda su ropa ordenada y doblada.

«¿Con que clase de hombre se había involucrado?» Se preguntó. «¿Aunque realmente importaba? Lo único que deseaba de él eran sus habilidades en la cama... y fuera de ella».

Pensando que quizás podría convencerlo de seguir jugando, decidió dejarse la bata de seda sin ninguna otra prenda que pudiera llegar a estorbarle. Se dirigió al baño para asearse puesto que la noche anterior no había tenido las fuerzas necesarias para caminar hasta allí y una vez lista le dio alcance en la cocina.

—Oh, Alistar —murmuró sin poder contenerse y se cubrió la boca con una mano mientras reía—. Estaba bromeando con respecto al desayuno. ¿A qué hora te has despertado para preparar todo esto?

Él se giró y se detuvo al verla con la boca entreabierta.

—Buenos días, cielo —musitó esbozando una sonrisa pícara—. ¿Te he despertado con todo este ruido?

—Para nada —contestó ella y observó los alrededores con los ojos como plato—. ¿Qué has hecho?

Todo estaba limpio y ordenado. La cocina ni siquiera parecía la misma.

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