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Con cada segundo que pasaba junto a ella, Alistar se convencía cada vez más de que Amberly era un raro espécimen de mujer con el que nunca antes se había topado

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Con cada segundo que pasaba junto a ella, Alistar se convencía cada vez más de que Amberly era un raro espécimen de mujer con el que nunca antes se había topado.

No tenía la menor idea de cómo tratar con ella, era demasiado impredecible y difícil de comprender. La noche de la gala benéfica no había imaginado que no podría ser capaz de mantener una conversación en regla con ella, ni esa había creído que terminaría llevándosela a su apartamento.

Le encantaban las mujeres así, todo sobre Amberly le fascinaba, su belleza, su inteligencia, su carácter... Pero todas esas características también le jugaban en contra a la hora de ejecutar su plan. Le gustaban los buenos desafíos, pero ese había resultado ser de otro nivel. Se veía en la obligación de modificar sus pasos de manera constante y Alistar siempre había sido partidario del orden.

Esa tarde había pasado horas sentado fuera del hospital cerca de la puerta por la que ella salía cada día. Había planeado que «tropezaran» cuando Amber se dirigiera a buscar su coche, pero esto se había visto desbaratado cuando tomó el camino contrario y se dirigió hacia el bar.

Y ahora que la tenía sentada en su coche en absoluto silencio mientras ingresaban al aparcamiento de su edificio, estaba tan tenso por miedo a lo que podría salir mal que le dolían los nudillos de tanto apretar el volante.

Estacionó en su plaza de siempre y la miró buscando alguna pista que lo ayudase a descifrar qué estaba pensando.

«Nada»

Estaba mirando por la ventanilla pero sus ojos no mostraban expresión alguna. Con un movimiento quizás algo arriesgado, Alistar posó una mano sobre su pierna, unos diez centímetros por encima de su rodilla justo por debajo del dobladillo de la falda color negra que llevaba puesta, pero sin poder palpar la suavidad de su piel porque también estaba usando medias.

Su tacto pareció devolverla a la realidad y ella parpadeó mientras giraba el rostro para mirarlo.

—Hemos llegado —compuso con una sonrisa amable—. ¿Quieres bajar del coche y subir a mi apartamento o prefieres que conduzca hasta tu casa?

La rubia curvó los labios. 

—Lo que quiero es que cumplas tu promesa de satisfacer todos mis deseos esta noche, ¿o es que ya te has acobardado y crees que no estás a la altura? Si es así siempre puedo...

Alistar la interrumpió tomándola por la nuca y asaltó su boca con ferocidad.

Le tomó alrededor de un milisegundo terminar de decidir que el camino que había tomado para cumplir con su objetivo sería un verdadero deleite incluso aunque se viese obligado a tomar mil desvíos.

Amber no se amilanó, le respondió con la misma intensidad sin dudarlo y cruzó los brazos detrás de su cuello acercándolos aún más. Mientras colaba la lengua dentro de su boca, Alistar comenzó a deslizar una mano por la parte interna de su muslo y enseguida se adentró debajo de su falda.

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