PERVERSO

9

Amber ocupó su lugar de siempre en la mesa de la casa de sus padres. Frente a ella se encontraba Brad que no dejaba de escrutarla con la mirada desde que había llegado. Sabía que tenía algo que decir y estaba conteniéndose por algún motivo, pero también lo conocía lo suficiente como para adivinar que no podría mantener la boca cerrada por mucho más.

—Cariño, vas a estar libre para nochebuena, ¿verdad? —preguntó Zoe cuando terminaron de servirles la comida a todos.

—Sí, estaré libre el veinticuatro por la noche y entraré a una guardia el veinticinco al final de la tarde —compuso con una sonrisa observando que su respuesta no la había dejado del todo satisfecha.

Era probable que viera como una explotación el hecho de que le tocara entrar a cubrir su guardia cuando el día de navidad aún no había acabado. Zoe nunca se sentiría cómoda con el estilo de vida que su hija había escogido ni tampoco comprendería sus motivos.

—Brianna ha organizado una cena familiar para todos en el palacio e incluso la he convencido de invitar a mis padres. Merecemos estar todos en familia luego de lo que aconteció este año.

Amber y Brad se miraron sabiendo que coincidían en sus pensamientos: Glenda y Cesar Collingwood no tenían nada que hacer allí.

El único motivo por el que su tía Bri los invitaba era para que Zoe no se sintiera mal, pero ella era el único miembro de esa familia que realmente los apreciaba y con quien ese par de dinosaurios siempre habían sido más considerados.

—Allí estaremos, mamá. No tienes que preocuparte por nada —musitó atacando su plato de comida.

—Te he comprado un vestido rojo que te quedará precioso. Sé lo que vas a decir, pero cambiarás de opinión en cuanto lo veas. Luego podrás ponértelo en alguna cita que tengas con Alistar y lo volverás loco —le aseguró alzando las cejas con picardía.

Su padre se ahogó con la comida y comenzó a toser, mientras que Brad dejaba los cubiertos a un lado del plato con un movimiento ruidoso.

Amberly parpadeó sin poder reaccionar de ninguna forma en particular. Quería reírse por la reacción de su padre, regañar a su madre por ser tan chismosa y enfrentar a Brad para acusarlo de ser quien había comenzado todo aquello.

—Alistar y yo no tenemos citas —anunció sin mirar a nadie en particular y siguió comiendo con entusiasmo.

Era obvio que ahora que el tema había surgido no iba a cortarlo tan fácilmente, pero no perdía nada con intentarlo.

—Creí que el muchacho era tu amigo —murmuró Ed—. ¿Por qué nadie me avisó que allí había algo más? Me habría mostrado un poco más...

—¿Encantador? —ofreció ella con una sonrisa—. Estuviste perfecto, papá. Alistar no es mi amigo ni tampoco mi novio. Ni siquiera tendrían que haberlo conocido.