No estaba seguro cuándo o cómo comenzó, fue algo que se dio con el paso del tiempo. Algo que simplemente sucedió, que se metió en lo más profundo de su ser cual parásito, escurriéndose entre su piel y viajando a través de su sangre, para finalmente alojarse en su corazón.
Simplemente, un día se dio cuenta de que aquella imagen de ese hermoso hombre se quedó estancada en su mente.
Al inicio pensó que solamente tenía un genuino interés por su compañero del programa Shark Tank. Y sin hacer mucho alboroto, decidió saciar su necesidad de saber más sobre aquel empresario de cabellera castaña.
Se sentó frente a su computadora y tecleó “Rodrigo Herrera Aspra” en el buscador, encontrándose con diversas entrevistas, artículos, sus redes sociales y algunas páginas en Facebook.
Pasaron alrededor de tres horas y Arturo jamás se despegó del monitor, para él tan solo habían pasado un par de minutos, no fue hasta que una llamada entrante hizo sonar su celular y finalmente se levantó de la silla para atender.
Era una llamada de trabajo, nada verdaderamente importante. Finalizó y caminó de regreso al monitor, fijándose en la hora.
—Las cinco de la tarde, caray... —Suspiró al darse cuenta de que su tarde casi acababa, que la había gastado recabando información sobre el menor de los tiburones y que estaba completamente lejos de sentirse satisfecho.
Caminó hacia su cocina y sacó una Maruchan de su alacena, si Leti lo viera en ese preciso momento, le daría una reprimenda por comer porquerías y de paso le contaría algún exagerado chisme sobre la bendita sopa. Afortunadamente para “el rey de la garnacha”, la bonachona señora no trabajaba el fin de semana.
Colocó agua en una taza y la metió al microondas. Podría ir a comer a un lugar o pedir comida a domicilio pero aquellas ideas no sonaban tan atractivas en ese momento.
Llenó el envase de unicel con agua hirviendo y esperó a que la sopa estuviese lista.
Agarró entre sus manos y brazos limones, salsa, un refresco que encontró en su refrigerador y su Maruchan de pollo, para encaminarse al sillón a mitad de la sala.
Durante el trayecto, su celular comenzó a vibrar nuevamente y se apresuró a dejar las cosas en la mesita frente al sillón para atender rápidamente.
Sacó su celular y miró la pantalla, sorprendiéndose de que la persona que le marcaba era nada más y nada menos que Rodrigo. Le pareció bastante curiosa aquella coincidencia, pero no le dio muchas vueltas y contestó.
—Oye, ¿estás seguro de que este juguete va evitar que me vuelva a destruir la sala? —Preguntó la suave voz del castaño a través del micrófono.
Arturo se quedó extrañado por la confianza con la que el menor lo estaba tratando y preguntó divertido—: ¿a quién hiciste enojar para que te destruyera tu sala?
Un silencio sepulcral se sostuvo en el aire por varios segundos.
—¡¿A-Arturo?! —Exclamó extrañado.
—El inigualable.
—¡Discúlpame! He debido confundir tu contacto con el de un amigo mío... Espero no haber interrumpido nada importante.
—No te preocupes. Solamente estaba en una videoconferencia con el ingeniero Slim, nada importante —bromeó.
—¡Cuelga rápido y vuelve a tu reunión! Me disculpo profundamente por el inconveniente, perdón —dijo rápidamente con la preocupación a tope.
—¡Espera, espera! No cuelgues —carcajeó—. ¡Era broma, hombre!
—Me asustaste... —Suspiró sonriente, colocando una mano en el puente de su nariz por algunos segundos.
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I n e e d y o u [Artrigo] |Shark tank México|
Fiksi PenggemarDesde que sus pupilas se fijaron en el delicado semblante de aquel hermoso hombre, jamás pudo apartar la mirada. Estaba obsesionado.