Declaración

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Sus orbes cafés miraban hacia la nada, sostenidos por unas infernales ojeras y arropados por un ceño fruncido.

No había podido pegar un ojo en toda la noche, y cuando parecía que su impávido insomnio comenzaba a rendirse, el despertador sonó.

Miró aborrecido el reloj, que marcaba las 6:00 de la mañana y suspiró antes de apagarlo.

Se levantó, se puso un pantalón deportivo y una sudadera, para después salir de su casa e iniciar con su rutina de una hora.

Sus piernas comenzaron a correr para aliviar el frío matutino que lo inundaba. A veces sentía que ese era su mayor enemigo, el desgraciado y penetrante frío.

Después de darle varias vueltas a la manzana, regresó a su casa y siguió con su mañana.

Rodrigo no era fanático de la televisión o alguna plataforma de series, por lo que lo único que veía mientras comía era a su perro, Rufus.

-Tú no masticas, tragas... -Comentó, mientras el animal metía con ansias los trozos de carne cruda en su hocico.

El perro siguió comiendo y la mente de Rodrigo viajó hacia el recuerdo que intentaba borrar. Acercó su cabeza hacia la mesa y suavemente chocó su frente con el objeto, suspirando pesadamente.

Volteó a ver el rostro de Rufus que lo miraba atento y dijo-: ¿qué se supone que haré ahora?

Sacudió la cabeza y decidió ignorar ese agobiante sentimiento. ¿Cómo es que las cosas habían terminado de esa forma?

Tanto el perro como su dueño, terminaron de desayunar. Rodrigo se alistó con su ajustado traje negro y salió de su casa, no sin antes pedir un Uber.

El castaño no era un ávido conductor, prefería ocupar ese tardado tiempo en el tráfico leyendo o trabajando, por lo que contratar un chófer siempre fue una necesidad. Lastimosamente, su usual conductor se encontraba enfermo, y por obvias razones le había mandado a quedarse en casa. El chófer era un hombre mayor pero muy trabajador y pese a su necedad de querer seguir laborando, finalmente aceptó las recomendaciones de su jefe.

Así que, hasta nuevo aviso, el presidente de Genomma Lab estaría en manos de Uber.

El auto llegó y Rodrigo se subió, sacando de su maletín un pequeño libro una vez que el viaje dio inicio.

De repente, un mensaje hizo vibrar su celular. Suspiró y miró la pantalla, viendo una notificación de WhatsApp.

Abrió la aplicación y miró el mensaje del chat de Arturo:

"Buenos días, compadre. ¿Cómo dormiste?
Solo quería decirte esto como una pequeña recomendación: no me evites.
Nos vemos en un rato."

Rodrigo apagó con molestia el celular al sentirse un tanto amenazado por el mensaje aparentemente inocente.

¡Claro que quería ignorar al mayor! Incluso consideró en fingir una enfermedad y faltar al programa, obviamente descartó la idea por obvias razones. Pero la necesidad de huir, ahí estaba.
Y ahora sabía que no podía hacerlo porque eso implicaría que el suceso del día anterior podría repetirse nuevamente, eso era algo que quería evitar a toda costa.
Volvió a recordar el beso entre su compañero y él, y terminó maldiciendo internamente al de cabellera ceniza por recordarle ese tortuoso evento.

Intentó volver a concentrarse en su libro pero nuevamente la imagen de ese suceso con Arturo invadió su mente, arruinando por completo su lectura. Cerró el libro y lo guardo irritado, mirando por la ventanilla hasta que llegó al edificio donde se grababa el programa.

Salió del auto y entró en el lugar.
Recorrió los pasillos tranquilamente, encaminándose a la pequeña sala de descanso de los tiburones.

Llegó y de inmediato cruzó miradas con la otra persona que estaba en el lugar, sintiéndose incómodo.

I   n e e d   y o u   [Artrigo] |Shark tank México|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora