Capítulo 1: El secuestro

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    Es una mañana escolar como cualquier otra. Me desperté temprano esta mañana del 10 de junio de 1991. Estoy esperando que mi mamá pase por mi cuarto antes de irse al trabajo y me salude con un beso. La noche anterior me aseguré de recordarle que me diera un beso antes de irse.

    Mientras estoy en la cama esperando, escucho la puerta de entrada cerrándose. Se ha ido. Se ha olvidado. Supongo que siempre queda esta noche cuando vuelva del trabajo para darle un beso y abrazo. Pero le voy a recordar que esta mañana se olvidó. Me quedo en cama por otro rato más hasta que mi despertador me dice que es hora de levantarse. Espero unos cinco minutos más y me obligo a pararme. Me doy cuenta de que me falta el anillo que había comprado en la feria artesanal el día anterior. ¡Caramba! Tenía muchas ganas de ponérmelo hoy para ir a la escuela. Busco alrededor de mi cama en vano. Si pierdo más tiempo, llegaré tarde al autobús y entonces Carl, mi padrastro, se enojará conmigo y entonces le tendría que pedir que me lleve. Ya piensa que siempre hago un lío de todo; no quiero darle otra excusa para no caerle bien. A veces siento que sólo está esperando encontrar otra razón para deshacerse de mí otra vez. 

    Abandono mi búsqueda y decido ponerme el anillo que me dio mi mamá hace cuatro años cuando cumplí siete años, antes de que conociera a Carl. Mi dedo de once años ya es demasiado grande para el anillo, así que no lo uso muy a menudo. Es de plata, muy pequeño y delicado, con forma de mariposa que hace juego con el lunar en la parte interior de mi brazo derecho casi al nivel de mi codo. El anillo también tiene un diamantito diminuto en el centro de la mariposa. Trato de ponérmelo, pero me queda muy ajustado en el dedo que lo solía usar, así que me lo pongo en el dedo meñique donde se siente mejor. Termino de vestirme. Decido usar mis calzas rosadas y mi camisa favorita con un gatito. Parece que hace frío afuera, así que me pongo mi impermeable rosado. Luego cruzo el pasillo y me asomo al cuarto de mi hermanita.

    Anoche mi mamá estaba doblando ropa en el cuarto de la bebita y yo la estaba medio ayudando mientras me recostaba sobre la cama. Utilicé el tiempo para tratar de convencer a mi mamá de lo mucho que necesitaba un perro; supongo que yo estaba un poco fastidiosa porque ella repetía una y otra vez "No". Es que realmente deseaba mi propio perro. Hay cachorros en nuestra cuadra y cada vez que puedo, voy y los acaricio por entre las rejas. No sé por qué no puedo tener uno. El otro día tuve que escribir un ensayo en la escuela sobre "Si tuviera un solo deseo". Mi deseo era mi propio perro. Lo llamaría Buddy, y me seguiría por todas partes y haría trucos y me amaría a mí más que a nadie. Realmente espero que mi mamá me deje tener un perro algún día.

    Anoche le enseñé un truco nuevo a mi hermanita de dieciocho meses. Le enseñé cómo saltar súper alto en su cuna. La hizo reír tanto. Me encanta hacerla reír. Ya está casi lista para comenzar a salirse de su cuna sola, creo. Me asomo y veo que sigue durmiendo, así que me alejo silenciosamente.

    Me siento un poco mal del estómago esta mañana y brevemente considero decirle a Carl que no me siento bien y que no puedo ir a la escuela hoy, pero cambio de parecer para evitar una discusión. La verdad es que en realidad no quiero quedarme todo el día encerrada en casa con él. En general me gusta la idea de ir a la escuela porque me brinda tiempo lejos de todas sus críticas. Quizá desayunar ayude a que mi pancita se sienta mejor. Voy a la cocina para hacerme el almuerzo y el desayuno. Decido comer avena instantánea con sabor a durazno y crema. El reloj del microondas dice 6:30. Sé que debo salir pronto para llegar a tomarme el autobús. Rápidamente como la avena. Estoy contenta de que Carl no esté aquí observándome mientras engullo mi avena. Él piensa que mi comportamiento en la mesa es atroz y aprovecha cada oportunidad para hacérmelo saber.


    Una vez no le gustó la manera en que estaba comiendo mi cena, entonces me hizo ir al baño y sentarme frente al espejo para poder verme a mí misma comiendo. Creo que nunca le haría hacer eso a un hijo mío si fuera yo. Lo que no entiendo es por qué no le caigo bien. Me hago un sándwich de manteca de maní y mermelada para mi almuerzo y le agrego una manzana y un jugo, y me fijo una vez más si Shayna está despierta, pero no lo está, así que debo marcharme sin decirle adiós. No he visto a Carl durante toda la mañana. Pienso que debe estar afuera porque no está adentro, como de costumbre, viendo la tele. Veo a mi gato Monkey afuera en la terraza. Mi abuela Ninny me lo regaló antes de que nos fuéramos a Tahoe. Monkey es un Manx negro, lo cual quiere decir que no tiene cola. Yo lo quería llamar Sapphire* porque tenía los ojos súper azules, pero Carl pensó que ese era un nombre tonto y lo empezó a llamar Monkey†. Al principio me enojé muchísimo y lo llamaba Sapphire cada vez que podía, pero ahora que ha crecido, el nombre Sapphire realmente no le va bien, y ahora yo también lo llamo Monkey. Es interesante cómo uno se puede acostumbrar a las cosas. Monkey en general se queda afuera, pero a la noche lo dejo entrar y duerme conmigo. No me gusta dejarlo afuera a la noche porque a Bridget, la gata de mi mamá, se la comió un animal salvaje luego de mudarnos aquí a Tahoe. Fue horrible. La habíamos estado buscando durante días y al final fui yo quien encontró lo que quedaba de ella, lo cual no era más que una pila de piel. Fue muy triste. Monkey se debe haber separado de su mamá de muy chiquito porque le encanta que lo arrulle en mi cobija afelpada. Creo que él cree que yo soy su mamá.

Una Vida RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora