Andrés tiene sueños recurrentes con alguien de su pasado, pero que al despertar no logra acordarse de nada.
Sin embargo, tiene la sensación de que algo le está haciendo falta. Culpa de ello al accidente que tuvo hace un año atrás y que ha desencade...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me levanto con la sensación de estar desesperado buscando a alguien y con una especie de sabor a sal en mi boca. Miro mi reloj de noche y marca las 12:30 a.m., sin embargo, decido levantarme a buscar un vaso con agua para quitar ese sensación incómoda en mi paladar.
—Eres como el viento, te pierdes y no siempre te encuentro.
Me detengo con el vaso a medio camino, escucho algo demasiado extraño. Pero solo niego con la cabeza, pues puede ser producto de mi adormecimiento, por lo que regreso a mi cama.
—Andrés, tienes que volver.
Esto es demasiado raro, siento como si me hablaran al oído. Me levanto otra vez y enciendo las luces de mi habitación. No hay nada fuera de lo normal, el televisor está apagado, las ventanas del costado izquierdo están cerradas y el baño tiene la puerta cerrada. Vuelvo apagar la luz y me pongo a ver Instagram para retomar el sueño, no obstante, escucho que tocan la puerta principal. «¿Qué pasa? ¿Compré un apartamento embrujado o qué?». Me levanto sin mucho ánimo, a ver por la mirilla quién es. Martín no puede ser, porque ese debe estar acostado con su mujer y mi hermano tampoco, porque está fuera del país a menos que haya vuelto antes sin avisarme. Miro atentamente y veo que quien toca insistentemente es Laura, no se le ve bien. Hago mi cabeza hacia atrás y dejo salir el aire contenido.
—¿Qué haces aquí a esta hora? —pregunto apenas abro la puerta. Su semblante muestra que estuvo llorando y bebiendo.
—Yo..., yo vine hablar contigo —contesta arrastrando las palabras.
—Pero no era necesario que vinieras hasta acá y menos en este estado. Siéntate, te haré un café cargado. —La tomo con cuidado por el brazo para ayudarla a sentarse.
La dejo en el sofá y me voy a la cocina a preparar el café para que se reponga un poco de todo lo que ingirió innecesariamente. Diez minutos más tarde estoy devuelta con ella y la taza con el contenido humeante.
—Ven, toma un poco. —Soplo antes de que beba—. Cuando se te pase el efecto, te irás a descansar a mi cama que yo dormiré en el sofá. Ella niega con un movimiento un poco brusco.