Andrés tiene sueños recurrentes con alguien de su pasado, pero que al despertar no logra acordarse de nada.
Sin embargo, tiene la sensación de que algo le está haciendo falta. Culpa de ello al accidente que tuvo hace un año atrás y que ha desencade...
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Me levanto desesperado de la cama, miro el reloj y marca las tres de la mañana. Por primera vez en mucho tiempo puedo recordar vagamente lo que sueño y las dudas empiezan asaltar mi mente: ¿Qué hacía Rocío en mis sueños? ¿Y quién era la persona envuelta en la bolsa de basura negra? ¿Será posible que...? No, esto simplemente fue una pesadilla quizás por todo lo que he descubierto estos días.
En eso escucho un estruendo que proviene de la sala, se supone que estoy solo en mi apartamento. Mis sentidos se ponen alerta y saco del armario un bate de béisbol. Procuro no hacer ruido y salgo a ver qué o quién está jodiendo. Una vez estoy ahí, veo algo moverse casi trastabillando y ese solo puede ser alguien a quien conozco muy bien.
-Alan, ¿qué carajos haces acá? -pregunto molesto encendiendo las luces de la sala de estar.
Él me miraba apenado y camina unos pasos más hasta llegar casi gateando al sofá. Me rasco la nuca exasperado, se le nota que ha bebido un montón, pues hasta donde estoy me llega el olor al alcohol y no solo eso, observo que ha dejado caer un jarrón al piso. «Menudo zopenco».
-Andy...-me llama arrastrando las palabras-, sin querer di tu dirección al taxista-responde finalmente tocándose la cabeza con ambas manos.
Respiro hondo, no vale la pena ponerse a discutir con él. Voy hacia la puerta principal y me aseguro de que haya cerrado bien; luego me dirijo al baño en busca de las pastillas para la resaca y regreso para dársela a Alan con un vaso con agua.
-No te preocupes, cuando amanezca hablamos con calma, ahora tómate esto para que te pongas mejor. -Le extiendo las pastillas y este se las toma sin protestar.
Luego le ayudo a ponerse en pie para llevarlo a la habitación de invitados, misma que he habilitado para él ahora que se la pasa metido en mi casa. Cuando lo dejo acostado en la cama vuelve a decir algo:
-Hermano..., lo siento. -Me mira con los ojos vidriosos.
«Ahora a este, ¿qué bicho le picó?», pienso mientras lo veo removerse en la cama.
-¿Por qué? No me has hecho nada -le digo tranquilo.
-Por ocultarte lo de Mónica -confiesa sin dejar de mirarme.
-Ya no importa Alan. Habrán tenido sus razones para hacerlo. -Hago una pausa, pues aún estoy molesto por ello-. Pero por ahora duérmete -ordeno.
-De verdad lo siento, yo... yo no quería lastimarte -insiste en pedir disculpas. Aunque siento que lo hace por algo más aparte del hecho de haber ocultado lo que sabía de mi ex novia.
-Estas perdonado. Ahora duerme por favor que es tarde. -Palmeo su hombro izquierdo para que no insista con el tema, a lo que él asiente ya casi dormido.
Mi despertador empieza a sonar y yo tapo mis oídos con la almohada en un acto reflejo; pues prácticamente no he dormido nada. No obstante, debo levantarme si quiero llegar a tiempo a la hora de visita, ya que resulta que la abuela de Mónica vive en un asilo, según la dirección que me ha dado mi madre.