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Vicious

Hace diez años

Era la misma mierda en mi casa otro fin de semana. Estaba dando otra fiesta a tumba abierta y ni siquiera me molesté en salir de la habitación de juegos para estar con los mamones a los que había invitado.

Conocía el caos que se extendía más allá de mi habitación. Las risitas y los gritos de las chicas en la piscina con forma de riñón en la parte trasera de la casa. El borboteo de las cascadas artificiales que caían de los arcos griegos al agua y el ruido de los colchones inflables de goma al rozar la piel mojada. Los gemidos de las parejas follando en las otras habitaciones. Los cotilleos malvados de los grupitos tirados en los mullidos sofás y sillones del piso de abajo.

La música estaba muy fuerte. Limp Bizkit. ¿Quién coño tenía los huevos de poner a los mierdas de Limp Bizkit en mi fiesta?

Podría haber oído el resto de haberlo querido, pero no escuché. Me repantigué en el sillón Wing Lounge delante del televisor, con las piernas bien abiertas y me fumé un porro mientras veía anime porno japonés.

Tenía una cerveza justo a mi derecha, pero no la toqué.

Había una chica de rodillas sobre la alfombra frente a la butaca que me masajeaba los muslos, pero tampoco la toqué.

—Vicious —ronroneó mientras se acercaba poco a poco a mi entrepierna. Se levantó lentamente y se sentó a horcajadas sobre mí.

Una morena bronceada en un vestido que decía fóllame. Parecía una Alicia o quizá una Lucía. Intentó entrar en el equipo de animadoras la primavera pasada. No lo logró. Me imaginaba que esta fiesta era la primera vez que experimentaba lo que era ser popular. Liarse conmigo, o con cualquiera en esta habitación, era su atajo para convertirse en una celebridad en el instituto.

Solo por ese motivo no me interesaba en absoluto.

—Tu sala de juegos es la hostia. Pero ¿podríamos ir a algún sitio más tranquilo?

Le di un golpecito al porro y la ceniza cayó al cenicero que estaba en el brazo del sillón como un copo de nieve sucia. Se me tensó la mandíbula.


—No.

—Pero me gustas.

Mentira. No le gusto a nadie, y con razón.

—No me interesa una relación —dije, con el piloto automático activado.

—Ya, claro. Eso ya lo sé, tonto. No pasa nada porque nos divirtamos un poco juntos.

Se rio resoplando por la nariz, una risa poco atractiva que me hizo odiarla por esforzarse tanto en gustar.

secret.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora