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Vicious




Crucé las puertas dobles de las oficinas de CBAS e ignoré los rostros atónitos de los empleados de Nueva York que habían creído que ya no tendrían que tratar conmigo durante una buena temporada. Yo mantuve la compostura y aparenté tranquilidad. Pasara lo que pasara en mi vida personal, seguía siendo el mismo Vicious de siempre. La oficina estaba animada con las llamadas de después de las fiestas, la charla entre los empleados, el sonido de las impresoras y la gente que sorbía café de tazas que decían «Mejor papá/mamá/abuela».


Fui directo al despacho de Dean. No podía trabajar desde allí por motivos obvios —lo ocupaba Dean—, pero no tenía intención de irme de Nueva York porque no había ningún otro lugar en el que deseara estar.


Después de verla en la exposición, me di un baño caliente para intentar recuperar la sensibilidad en los pies, entumecidos y helados. Mientras estaba en la bañera, tomé una decisión. No me marcharía hasta que Emily LeBlanc viniera conmigo, incluso si eso significaba que iba en un pack con Rosie, su hermanita bocazas.


Emily, mi constitución es la venganza. La tuya es el perdón.


Eres mejor que yo. No te merezco.


Pero serás mía de todos modos.


Jaime, no obstante, tenía razón. Me estaba comportando como un imbécil con ella, así que lo menos que podía hacer era intentar que esta vez no se me escurriera entre los dedos por mi culpa.


Abrí la puerta del despacho de Dean sin llamar, fui directamente hacia su mesa y me senté en una silla frente al escritorio.


Él siguió hablando por teléfono, ignorándome a propósito. Escribió algo en una libreta de CBAS mientras hablaba.


—Por supuesto. Se lo haré saber a Sue y enviaremos a alguien lo antes posible. No llevará mucho tiempo redactar algo así.


Deslizó la libreta hacia mí sobre la mesa de cristal. Señaló con el dedo lo que había escrito y sonrió con suficiencia.




Estás hecho una mierda.



Le quité el bolígrafo de la mano, me acerqué la libreta, escribí algo en ella y luego la levanté junto a mi impávido rostro para que lo leyera.


Sue parece un mal polvo.



Contuvo la risa, todavía sumido en la conversación telefónica.


—Bueno, de hecho, tenemos a una persona en Los Ángeles. Es uno de los CEO de CBAS. Se llama Harry Styles. Sue te enviará sus datos de contacto junto con nuestra propuesta. ¿Te parece bien?

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