vii. pancakes to order, sir!

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CHAPTER SEVEN¡panqueques a la orden, señor!

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CHAPTER SEVEN
¡panqueques a la orden, señor!

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Las manecillas del reloj indicaban las siete y media. Una alarma despertó a los amigos que descansaban plácidamente, que, con mucho esfuerzo, abrieron sus ojos. Stanley miró a Billy y encontró la escena más tierna para sus bellos ojos, Denbrough recién despierto, con el cabello desordenado y el pijama turquesa.

- Buen-nos días, Stannie.

- Buenos días igualmente.

- Creo que será m-mejor que vuelva a cas-sa - sonrió con algo de tristeza.

- Está bien, pero primero desayunemos - el chico asintió y bajaron a la cocina. Los padres de Uris no se encontraban en su hogar, puesto que trabajaban y confiaban lo suficientemente en su primogénito para dejarlo solo - ¿Qué quieres comer?

- ¿Tal v-vez hot cakes? - lo miró esperando respuesta, el rubio murmuró un "si", mientras sacaba lo necesario.

- Haremos primero la masa, necesitamos: huevos, azúcar, sal, manteca, harina de trigo, etc...

- ¡Manos a la obra ent-tonces! - entre muchas risas empezaron con su comida, Stanley mantenía el orden en tanto Bill experimentaba con los ingredientes, intentando demostrar sus "dotes culinarios". Luego de aproximadamente 15 minutos, lograron obtener lo que se acercaba a la masa de los panqueques.

- Muy rico - dijo sarcásticamente el judío.

- ¡Oye! Mi obr-ra maestra no es ning-gún asco - fingió indignación tocándose el pecho.

- Si, como sea, debemos cocinar esta cosa - agarró el recipiente, revolvió la "cosa" y encargó al oji-verde encender la hornalla - vamos a ver qué sale - el tono de voz que empleó era entre divertido e impaciente por ver el producto final.

En una sartén volcó el alimento esforzándose por darle una bonita forma y que no se quemara. Pasado un rato -en el cuál charlaron- tenían todo el desayuno.

- ¡Ja! - festejó el tartaja - son her-rmosos.

- Si, si todo lo que tú digas - rodó sus ojos con una mini sonrisa asomando por las comisuras de sus labios - ¿Te parece agregarle miel?

- Bueno - respondió simplemente.

- Tengo café, chocolatada y té ¿Cuál prefieres?

- Creo que té.

Terminaron de hacer todo y se acomodaron en la mesa del comedor, el silencio reinaba más no era malo, sino, pacífico y bello. Cada tanto se lanzaban ojeadas, sus miradas brillaban para el otro como las estrellas, las más bellas estrellas.

- Es hora de irm-me - comentó luego de comer - muchas gr-racias por tod-do Stannie - recogió sus pertenencias y besó dulcemente la mejilla del nombrado.

- Si, adiós - traspasó el umbral y desapareció de la vista.

Subió las escaleras a paso lento, reviviendo en su mente los momentos con el tartamudo, su felicidad salía hasta por los poros pero recordó que él estaba enamorado de otra persona. No quería sentirse mal, pero no podía controlarlo ¿Por qué no él? ¿Qué le faltaba para gustarle a Bill? No, no debía estar triste. Respiró hondo, intentando ahuyentar los malos pensamientos.

Pasadas unas horas de total aburrimiento, decidió dejar su casa. Se alistó y escribió una nota para sus padres:

"mamá y papá salí a ver aves, no sé preocupen, llegaré a las cinco en punto

los quiere

stanley"

Caminó por las calles de su pueblucho, Derry. Las casas eran preciosas, sus habitantes.... No tanto. Su grupo era llamado "el club de los perdedores" por la gente, ya que elles tenían un "defecto" que los marcaba y recibían burlas por ello. La gente era estúpida y el hijo del rabino lo comprobó con sólo 16 años.

Llegó al parque y optó por sentarse en una linda banca. Eligió una de los pájaros que habitaban allí para observarla y retratarla en el cuaderno que poseía.

- ¡Siempre la misma mierda! - un grito a lo lejos captó la atención del adolescente, quién volteó sobre su hombro, encontrándose con Beverly y Richie.

- Shh Rich - reprochó la pelirroja divertida.

- ¡Aquí!

-ffxiry

 alucinaciones, stenbroughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora