XII

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Suna solo estaba hablando y Osamu permaneció a su lado.

No lo observó porque Rintarou no quería, tampoco preguntó porque Rintarou pidió que no preguntara. Sin embargo, su mente maquinaba a mil por hora.

De la rabia iba al dolor y del dolor a la tristeza, y nuevamente a la rabia. Una especie de círculo vicioso estaba experimentado Osamu.

La voz de Rintarou era tan suave que él tenía miedo de que se quebrara nuevamente, mientras más relataba más se encogía con su propio cuerpo.

En ese momento lo único que pensaba Osamu era en lo culpable que se sentía.

Ver el sufrimiento qué pasó la persona que más ama en esta vida le dolía.

Suna Rintarou lo único que hacía era hablar entre susurros y lágrimas, no le dirigía la mirada en lo absoluto.

—Soy un desastre. —Terminó por decir Rintarou con la mirada perdida.

Listo, un pedazo de su alma se quebró. Esperaba que Atsumu sintiera lo mismo que él en esos momentos, al menos para compartir ese espantoso sentimiento.

—Por supuesto que no. No fue tu culpa, nunca la tendrás. —Osamu trató de acercarse, pero Rintarou se tensó.

Se limitó a acercar su mano a la de él, que fuera Rintarou quien diera el primer contacto.

—Lo sé, créeme que lo sé; pero hoy... —Cerró los ojos con fuerza—. Hoy si creo todas esas cosas que me dijeron... Que soy asqueroso, repulsivo y sé que no lo soy, pero no puedo evitar preguntarme... Mi cabeza no deja de hacer preguntas una y otra vez.

—No lo eres. —Negó automáticamente Osamu.

—Eso es lo que tú dices...

—Y también sabes que eres una buena persona, amargada, pero buena persona.

Pudo ver una leve sonrisa por parte de Rintarou, eso hizo calmarse un poco.

—¿Qué hice para merecerte?

—Simplemente ser tú, no hay más lógica.

Ambos se rieron un poco, esta vez Rintarou tomó su mano con suavidad; rozaba sus dedos con los de él.

—¿Podrías traerme un poco de agua? Todavía siento el vomito en mis dientes. —Habló Rintarou que se levantaba del suelo.

—Está bien, cepilla tus dientes también.

Salió del baño y fue a la cocina, se sorprendió un poco al ver que ninguno de sus padres se había despertado por los ruidos que ellos causaron. Además, Atsumu no había salido de la habitación para ver qué pasó con Rintarou.

Le restó importancia, buscó el vaso con agua y volvió a donde estaba su novio.

Este se veía en el espejo como si fuese la atrocidad más grande nunca antes vista.

Osamu se detuvo durante unos segundos, de verdad no sabía que hacer en este tipo de situaciones. Él nunca fue el gemelo más hablador o que sus acciones fuesen las más delicadas en si.

100 band aidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora