«La incitación a la lucha es uno de los medios de seducción más eficaces del mal.»
"Aforismos, visiones y sueños" (1917), Franz Kafka
En aquella mansión la soledad era absolutamente abrumadora. La casa le pertenecía a Mean Phiravich. El hijo menor de un adinerado empresario en Tailandia. Mientras sus padres estaban en una cena, él estaba en casa. Había estado reprimiendo sus deseos más oscuros dentro de su ser. Hasta ahora jamás se le había conocido alguna novia o conquista. Pero a él eso le tenía sin cuidado. Sus deseos iban más haya de algo que la gente pudiera ver.
Dispuesto a salir, se metió a duchar para después dejar que su cuerpo fuera mojado por el agua que salía de la regadera. La tibieza de la misma relajo sus músculos. Comenzó a lavar su cuerpo. Su abdomen fue el primero en llenarse de espuma y después sus brazos y piernas. Su entrepierna fue tallada y lavada con cuidado. El agua enjuago todo rastro de jabón y dejó su piel libre del mismo. Tomó una toalla y secó su cabello para después poder secar su cuerpo. La dejó sobre el cesto de ropa sucia y paseo su desnudez por su habitación. Pensó en ir hasta aquel bar en donde algunas noches había visto a aquel chico. Lo había estudiado por decir algo. Y mientras sus pensamientos invadían su mente se comenzó a vestir. Se colocó unos bóxer negros, pantalones de mezclilla del mismo color y una camisa de vestir blanca. Se acomodó el cabello y después colocó un poco de loción sobre su piel.
Salió de aquella habitación y mandó un mensaje a su amigo. Si iría aquel bar no iría sólo.
«Te veo dónde siempre»
Mandó el mensaje para después salir de casa. Tenía chófer pero nunca lo necesitaba. Siempre se podría prestar la ocasión para una noche de sexo, cosas que a él no le costaba conseguir. Pero sus impulsos más lasivos ya no podían ser reprimidos y el joven que quería para llevarlos acabo era quel chico de baja estatura y piel lechosa. Sonrió para si mismo. Y si tenerlo era un reto el lo iba a lograr.
Después de subir al auto y conducir hasta aquel bar llamado «Little Sin» dejó su camioneta aparcada y bajó de ella. Una vez en la entrada ya estaba su amigo.
—Vaya. Creo que hoy quieres que más de una esté en tu cama. —Dijo el pequeño dejando que una sonrisa adornara su rostro. Sus pequeños colmillos se hicieron presentes.
—Creo que hemos venido a lo mismo. Por qué sino mal recuerdo hay alguien de tu interés dentro.
—Eso puede ser. Pero quién sabe. —Comentó mientras ambos ingresaban al lugar. Los ojos de Mean lo buscaban pero no lo admitiría Y de pronto allí estaba. Con sus jean pegados y una playera blanca. La piel de su cuello se dejaba ver y Mean sonrió pensando en cómo podría lastimarla.
Mean y Siwat fueron hasta una mesa privada. A veces solo iban a ver a sus presas. Eran cazadores y las pequeñas personas a su alrededor jamás lo notaron. Dos vasos de wisky estaban sobre aquella mesa. Y cada uno esperaba el momento de atacar. Siwat no dejaba de ver a la misma mesa en donde Mean había colocado su vista. Claro ambos con objetivos distintos.
Mean no podía esperar más. No quería de hecho. Se levantó al ver que su objetivo se movía. Lo siguió con la vista hasta verlo entrar al baño. Se levantó y caminó hasta el mismo. Cuando entró miró que el más pequeño no estaba la vista. Seguro estaba en un cubículo. Espero mientras aquel salía. Una vez delante de él le miró sin pudor alguno.
—¿Vienes sólo? —Sabía que no. Pero quería saber que tanto podría avanzar aquella noche.
—No, con amigos. —Plan respondió de lo más tranquilo. Sin darle más importancia.
—¿Cómo te llamas? —Cuestionó el más alto colocándose detrás del más pequeño que estaba lavando sus manos. Mean se inclinó un poco sobre el cuero ajeno. Aquel movimiento no tenía nada de espontáneo. Hizo que el más bajo sintiera su virilidad sobre su nalgas y bajando un poco más susurro —No debes desperdiciar agua. —Dijo cerrando la llave que había delante de él. Miró de reojo y notó el suave rubor sobre las mejillas ajenas.
Se incorporó y volvió a hablar. —¿No tienes nombre? Yo podría darte uno. —Inquirió mientras sonreía de manera casi burlona al ver que el chico no sabía que hacer.
—Plan. —Mencionó de golpe y después sacudió sus manos para quitar el agua de ellas. Y acto seguido sus pies lo llevaron de vuelta a su mesa. Cuando salió del baño Mean supo que el primer movimiento se había realizado. Sonrió más que satisfecho y después salió del sanitario.
Las luces, el bullicio y el humo del cigarro se mezclaban en aquel lugar en donde el nombre era más que adecuado. Cuando llegó a la mesa que compartía con su amigo se sentó a su lado.
—Acaso quieres rezarle. No dejas de verlo como si fuera casi algo religioso. A veces dudo de ti y tu gusto. —Mean se llevó el vaso hasta sus labios y dejó que el líquido tocará los mismo después de un trago el vaso estaba vacío.
—Cállate. No hay que apresurar nada.—Siwat también tomó el contenido de su vaso y después lo dejó sobre la mesa.
Mean por su parte estaba viendo aquella persona que ahora tenía un nombre. «Plan» repitió para sí mismo. Su vista no dejaba de ver al chico y sus pensamientos ya estaban más que a mil. El hecho de corromper a ese chico le excitaba de sobre manera. Si antes lo deseaba ahora era más su anhelo. La noche llegó a su fin para Mean cuando el chico se retiró. No sin antes darse cuenta de que de vez en vez volteaba a verlo de reojo. El siguiente paso era hacerlo ir hasta él. Se levantó y con él Siwat. Ambos salieron de aquel lugar y fue entonces cuando la oportunidad se presentó para Siwat.
El joven que llevaba mirando de manera casi enfermiza estaba allí. Sólo. Se acercó y se presentó para después ofrecer su ayuda. Si el joven supiera sus intenciones jamás hubiera aceptado. Siwat lo llevó hasta su auto y lo hizo entrar. Le colocó el cinturón y después se despidió de Mean con una sonrisa que hizo ver más sus afilados colmillos. Subió al auto y se puso en marcha.
Mean subió hasta su auto. No había tenido tanta suerte como su amigo. Pero sabía que valía la pena esperar un poco más. Su auto emprendió su camino de regreso. Al llegar a casa bajó de él, entró y fue hasta su habitación.