Hoseok presentó su renuncia dos meses después. Yoongi se entristeció cuando su amigo le dio la noticia, pero enseguida chilló de alegría cuando supo la razón: había conseguido un empleo de tiempo completo en una empresa de entretenimiento, en donde se encargaría de entrenar a los aprendices en el baile de dicha compañía.
Desde que dejó su antigüo trabajo, sintió como la carga de sus hombros se alivianaba, pues que su jefe fuera un maldito degenerado y que su paga fuera bajísima no eran lo único que le hacía no estar a gusto; el ambiente en el que se desenvolvía era horroroso: sus compañeros no dejaban de molestarle con comentarios fuera de lugar acerca de su vestimenta e incluso asumían sus preferencias sexuales llamándole "maricón" y "mujercita" de manera peyorativa. Había tenido muchas ganas de dejar el lugar varias veces, pero siempre había algo que lo hacía no poder hacerlo, desde una promesa de empleo que no pudo ser cumplida, hasta una entrevista de trabajo que nunca llegaba. Sus esperanzas se agotaban, hasta que llegó el rayito de sol que secó el húmedo lugar en el que se encontraba y lo iluminó hasta que pudo salir. Irónicamente terminó rodeándose de personas que compartían sus preferencias sexuales, que también tenían temores, que reían, que abrazaban, y que mejor aún; lo apoyaban y entendían.
La amistad de Hoseok y Yoongi tenía una pequeña fisura; el pelinegro lo entendía. No era fácil que un día tu mejor amigo llegara y te robara un beso, y si estuviera en su lugar, se habría sentido terrible y no tenía idea de cómo hubiera reaccionado –tomando en cuenta que no era precisamente amable cuando se molestaba–, por lo que agradecía enormemente que su mejor amigo tuviera una carácter muy fácil de tratar. Aunque no hemos de dar una connotación negativa a la palabra "fisura", en este caso, Yoongi agradecía que se hubiera quebrado, pues tuvo la oportunidad de ver los fallos y trabajar en ellos como el equipo que eran, y teniendo la oportunidad de manejar aquella milenaria técnica japonesa, kintsugi¹, su relación tuvo la oportunidad de volverse aún más bella.
Por otro lado, la relación con Taehyung estaba formando un par de caminos que nunca imaginó que fueran posibles. Habían pequeños roces de manos, y Taehyung, como su alma de niño dictaba, revoloteaba a su alrededor sin piedad con una sonrisa gigante, le regalaba pequeños dulces y le abrazaba cada que tenía oportunidad. Sus mejillas estaban eternamente carmesí, como si aquel fuera su color natural y no solo porque estuviese avergonzado y feliz.
Le alarmaba la rapidez con la que estaba sucediendo todo. El mundo conspiraba a su favor y la vez, en contra, porque en ocasiones temía que moriría por un ataque cardíaco por las atenciones que recibía, y otra veces su cerebro tenía la imposibilidad de captar lo que sucedía a su alrededor.
—Hyung... —Taehyung apareció de algún lugar, colocándose a su lado—, quería preguntarle, ¿tiene algo que hacer su día de descanso? —pronunció cauteloso.
—No, ya sabes que en un día de descanso común, lo más que hago es dormir —respondió relajado.
—Genial, ¿le gustaría comer juntos? —Yoongi se extrañó. Taehyung nunca le invitaba a comer de esa forma; o sea, no directamente. Siempre llegaba a su apartamento a cocinar algo sin avisar, y comían hasta que sus barrigas estaban tan llenas que podían rodar. ¿El cerebro de Yoongi estaba teniendo un corto circuito? En efecto, pues no notaba la posición nerviosa de Taehyung, ni sus dedos temblorosos, e incluso la voz cortada que le salió al preguntar.
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𝑆𝑤𝑒𝑒𝑡 𝑁𝑖𝑔𝘩𝑡 [Tᴀᴇɢɪ]
FanfictionTaehyung es un chico dulce que, tras su llegada a Seúl, se encuentra a Jimin, quien se convierte en su perfecta compañía y su primer gran amor. Sin embargo, el miedo de perderle o de confesarse siquiera y la llegada de Yoongi a su lugar de trabajo...