Según Taehyung, la monotonía no existía en su vocabulario ni en su vida; suficiente sufrió los primeros dieciocho años coexistiendo en el mismo lugar que ese hombre que debía llamar padre y a esa mujer que debía llamar madre, como para amargarse por hacer las mismas cosas una y otra vez.
Porque él sabía que en realidad no había dos días iguales, por mucho que haya abierto y cerrado mil y un veces la cafetería desde hace tres años, o haber escuchado el típico: "lo de siempre" en sus clientes frecuentes. Siempre recibía palabras y gestos distintos, siempre recibía conversaciones interesantes de sus amigos y siempre veía las variadas combinaciones de atuendo y estados de ánimo de las personas a su alrededor. Nunca veía a los mismos tumultos de gente caminando en los pasillos de la universidad, ni el mismo tumulto sentado en el jardín o cafetería, y para el rubio, todos esos pequeños detalles eran los que más llegaba a apreciar.
Se sentía dichoso, pues a diferencia de la cruda soledad que lo golpeó a su llegada a Seúl, la gente se fue añadiendo a su fórmula diaria poco a poco, y no dejaba de sentirse afortunado de verse abrazado de personas tan maravillosas como las que estaban ahora a su lado. Algunas habían tenido piedras molestas y dolorosas como las que tuvo con Yoongi, y otras habían sido como un bálsamo y algodones, como con Jimin. Sin importar cuáles hayan sido los sucesos, apreciaba mucho que siguieran caminando junto a él.
Llegó a la conclusión –después de haberlo reflexionado por mucho tiempo– que de repente... Yoongi le gustaba mucho más, a comparación de sus otros amigos.
Le gustaba su voz; suave, que acariciaba los oídos con serenidad, era calma y aterciopelada; varonil y perfecta para una nana –algún día le pediría alguna–.
Le gustaban sus manos; grandes, huesudas y pálidas, y cuando las tomaba entre las suyas, se sentían cálidas y suaves. Taehyung sabía que a Yoongi le avergonzaban, pues sus cutículas y uñas estaban destrozadas a causa de la ansiedad, el mayor nunca se lo había dicho, pero él lograba entender cada vez que con la cercanía Yoongi escondía sus manos detrás de sí mismo.
Le gustaban sus ojos; negros, felinos y expresivos, y compartía con ellos solo un doble párpado, siempre buscaba mirarlo fijamente a los ojos, pero el pálido los viraba siempre a otro lado.
Pero lo que más le gustaba, eran sus labios; pequeños, rosados y delgados, tan brillantes y ávidamente cuidados con bálsamos variados, pero, ¿el más usado? aquél color azul que olía a menta.
¿Había pensado en besarlo? Quizás un par de veces. No. Más bien, más de las que le gustaría admitir, sin embargo, el joven estaba en un proceso de negación. Normal porque, ¿quién se enamora tan rápido de otra persona luego de un corazón roto?
Y pues eso, llegó a una segunda conclusión: le gustaba mucho Yoongi, pero seguía siendo su amigo. Y los amigos, se juntaban con otros amigos, pero más importante aún; los amigos no se besaban, o al menos no de la manera en la que pensaba Taehyung.
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𝑆𝑤𝑒𝑒𝑡 𝑁𝑖𝑔𝘩𝑡 [Tᴀᴇɢɪ]
FanfictionTaehyung es un chico dulce que, tras su llegada a Seúl, se encuentra a Jimin, quien se convierte en su perfecta compañía y su primer gran amor. Sin embargo, el miedo de perderle o de confesarse siquiera y la llegada de Yoongi a su lugar de trabajo...