Capítulo 43

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Me remuevo en la cómoda cama lista para empezar un nuevo día, al abrir los ojos me doy cuenta que me encuentro sola, me levanto, agarro una camisa del ropero de Ian y salgo de la habitación, el apartamento esta sumido en un silencio agobiante, pegada a la nevera se encuentra una nota con una caligrafía perfecta.

"Fui a la empresa, sal a comprar un vestido para la boda con la tarjeta que está en la mesa de noche, nos vemos para la cena"

Por alguna razón me sentí extraña, estar sola en la ciudad era básicamente algo nuevo para mi; organizo todas mis cosas para salir y comprar el vestido para la boda de Anastasia, quiero algo lindo y sencillo. Tomo un taxi en la entrada del edificio y me dirijo al centro de la ciudad.

Después de varias horas buscando de tienda en tienda pude encontrar algo que me gustara, un vestido de seda de color turquesa, con dos tiras delgadas y la mitad de la espalda descubierta, elegante pero no tanto. No puedo esperar a que Ian lo vea, le va a encantar. Salgo de la boutique con una sonrisa gigante en la cara y pensando que podría almorzar, aunque no tenía mucha hambre.

-¡Ay señora! Discúlpeme, no la vi- choco de frente con una mujer bajita y un tanto robusta.

-Tranquila, no pasa nada- al alzar su cabeza la felicidad se esfumó por completo -¿Maggie?- un sentimiento extraño se instala en mi corazón, no sabía si llorar, reír, gritar, me quede en shock.

-Sí, soy yo mamá- le echo un vistazo rápido, se ve mejor que la última vez que la pude ver, decido dar la vuelta y empezar a caminar de nuevo.

-¡Hey Maggie, espera!- me hala del brazo a lo que yo respondo con un manoteo.

-No me toques...- digo lo primero que se me viene a la mente -¿quieres dinero o que?

-No hija, estoy bien, solo quería saber que fue de tu vida, me preocupe mucho por ti todos estos años, no dejaste de ser mi bebé...- mi corazón esta a todo dar, quiero gritarle y culparla de todo lo que he tenido que vivir.

-Perdiste el derecho de llamarme hija cuando ignoraste mis gritos de ayuda, no seas una maldita cínica, sigue con tu asquerosa vida como lo has hecho, olvida que me viste y si realmente te interesa saber como estoy, te digo que no fue fácil recuperarme pero poco a poco lo he hecho, no me falta nada y por fin soy muy feliz. Hasta luego.

Empiezo a caminar rápido para no darle oportunidad de que me siga, siento miedo, ansiedad, me parece ver a las personas que llegaron a hacerme daño entre la multitud, el solo pensar que me podría encontrar a Edward de frente hace que se me enchine la piel. Tomo el primer taxi que veo y me dirijo de nuevo al departamento, es el único lugar en donde me puedo sentir segura.

Al llegar a casa intento comunicarme con Nat o Erik, pero ninguno responde mis mensajes, me siento en la sala y me quedo viendo al vacío por un rato. La vibración de mi teléfono me saca del trance en el que estaba, era una llamada entrante de Ana.

Heyyyy hermosa! ¿Donde estás? Por fin tengo un rato libre y te quiero ver.

-Hola Ana, estoy sola en el departamento de Ian, puedes venir si gustas, realmente no tengo nada que hacer.

-Vale, me parece perfecto, llego en 20 minutos.

Cuelga la llamada sin decir más, llevo el vestido a la habitación, bajo a la cocina a buscar un poco de vino y unas botanas para comer con Anastasia. Estoy cortando un poco de queso cuando el grito de mi amiga avisando que llegó me sobresalta al punto de cortarme un poco el dedo índice.

-¡Estoy en la cocina!- dejo el cuchillo a un lado y pongo mi mano bajo el chorro de agua para que limpie la sangre.

-Hola, Hola, Hola- debo decir que extrañaba su intensidad -¿qué pasó, te traigo algo?- dice mientras observa mi cortadura.

-Un accidente nada más, me alcanzas una toalla de papel por favor- seco el agua y hago presión para que estanque la sangre, Ana me ayuda a llevar las cosas a la sala para sentarnos y disponernos a hablar lo que resta del día.

-Tenemos tantas cosas de que hablar, que emoción- realmente se le nota -empieza tu ¿como es que diste con Ian otra vez?

-Bueno, es una historia larga y muy enredada la verdad- empiezo a contarle como fue cuando llegué a Australia, le hable de Natt, de Erik, Louis, Thomas, la galería y la boda de mi amiga -te juro que yo pensé que todo iba a estar tranquilo, pero cuando llegamos aquí mi relación con Thomas se destruyó, tiene una ex que es idéntica a mi, dijo un montón de cosas horribles, que nunca estuvo conmigo pensando en mi, en su cabeza era ella... Me sentí tan mal, tan triste, usada... Y nadie lo sabe, sólo Ian y tu, no he sido capaz y tampoco he tenido el tiempo de contárselo a Natt y Erik.

-Vaya... No conozco a ese tipo pero siento que lo odio, Maggie, vales mucho, no entiendo por qué siempre das con unos patanes ¿que vas a hacer con mi hermano cuando tengas que volver? Odiaría verte mal... o verlo mal a el de nuevo, cuando te fuiste todo fue tan raro.

-No lo se, solo quiero distraerme los días que me quedan, quiero estar en tu boda, verte feliz, reír con Ian... Así tendría un recuerdo más lindo de este lugar- digo con nostalgia.

-Pero no te puedes ir y olvidarte de todo... Otra vez- suena más a una suplica que una advertencia, sinceramente no he pensado en que va a pasar cuando tenga que volver a Australia, no quiero apresurarme a nada, necesito vivir un día a la vez, estando allá ya podré arreglar el tema de la galería, de la casa, de mi relación, del compromiso...

-No me voy a olvidar de ti si es eso lo que quieres decir- río un poco para cortar el ambiente tenso que se formó.

-Obvio que es eso a lo que me refiero, no se que haría sin ti ahora que te tengo de nuevo- le da un sorbo al su copa de vino y se acomoda para ahora hablar ella -bueno, te cuento que tu escape revolucionó todo, al tiempo Ian y Amber se dejaron, despidió a todo su personal, vendió la casa, compró el departamento, por unos meses se centro solo en su trabajo, iba de viaje en viaje, expandió la empresa, me capacitó para que trabajara con el y al tiempo trabajo también con mi otro hermano, me va realmente bien, soy muy feliz. Mi prometido me ayudó mucho a manejar el hecho de que no estuvieras, sabes que fuiste mi única amiga, ahora tengo más pero en ese tiempo tu eras mi salvavidas- si me preguntaran en este momento si me arrepiento de haber tomado la decisión que tomé, no sabría decir si sí o si no.

-Cuéntame como fue tu pedida de mano, no hemos hablado de eso- le sugiero cambiar un poco de tema, después de eso nos quedamos hablando de cosas triviales, contándonos anécdotas chistosas, riéndonos hasta que la panza nos dolió y las lagrimas salían de nuestros ojos.

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