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Media noche, la casa en completo silencio, las luces apagadas, todos dormían, o al menos dos de los Bakugo.

— ¿Puedo... pasar?— con una mirada apagada y abrazándose a si mismo llegó a la habitación de Katsuki a tocar la puerta. Cuando el muchacho medio dormido la vio creyó estar soñando pero no era un sueño.

La oyó rogar, lo pensó un instante pero trago saliva y respondió:

— No— estuvo por cerrar la puerta nuevamente pero antes de hacerlo completamente soltó un pesado suspiro—. Esto apesta—susurró rascando su nuca caminando hasta su cama dejando la puerta abierta para que ella entrara.

Hana se adentró en la habitación y cerró la puerta lentamente tras de sí.
Se quedó un momento parada allí, pensando en que decir. Creyó que Bakugo no la dejaría pasar, por lo que no pensó bien en que decir, o hacer si la dejaba entrar.

Bakugo se volvió a acostar y le dió la espalda mientras ella aún pensaba en que decir.

— ¿Piensas quedarte ahí parada toda la maldita noche?— habló mientras tenía los ojos cerrados y aún de espaldas.

— No lo sé, no creí que me dejaras pasar en primer lugar— hizo una mueca mientras frotaba su brazo para darse calor.

— No te iba a dejar entrar, pero parecías un maldito cachorro en problemas— contestó y soltó un bostezo.

— Yo — comenzó mientras dió unos cuantos pasos hacia él—... No sé qué hubiera hecho sin tí— al oírla susurrando se le puso la piel de gallina, pero no iba a voltear a mirarla—. De verdad estaba asustada, aún ahora lo sigo estando, pero, después de tomar tu mano me sentí extrañamente mejor— el muchacho trago saliva cuando sintió que ella se sentó en la cama.
La luz de la luna entraba por la ventana y con esa escasa luz ella podía ser su mano. La mano con la que había tomado la de él.

— Me pregunto, ¿qué fue ese sentimiento? — susurró cerrando su mano en un puño— Me preguntaba ¿qué es esto que siento?— Hana se volteó y tocó el hombro del muchacho quien se tensó  al sentir el contacto — Y, encontré una respuesta. Y aunque no quieras oírla, creo que debería decirla cuánto antes— Bakugo se volteó a mirarla con confución. Su rostro ceñudo y con los nervios a flor de piel, la escuchó con atención— ... Me gustas, Katsuki-kun...

Un susurro, casi inaudible llegó a sus oídos como una briza de aire frío luego de un día de calor.
No podía ordenar sus pensamientos, no podía creer lo que había oído, pero lo había oído. Aquello no era un sueño, tampoco una alusinación, aquello en verdad estaba ocurriendo.

— Tu...que diablos estás diciendo. ¿Desde cuándo?— Bakugo se incorporó en la cama y quedó sentado frente a ella.

La mirada de Hana estaba gacha, esperaba recibir una maldición y que la echara de su habitación, pero no. Así que decidió contestar.

— No lo sé, tal vez desde siempre, pero no hace mucho que acepté que así era— rascó su nuca con incomodidad.

—"Siempre" dices...

— Fue una de las cosas que olvidé también. Al no recordar quien eras, no recordaba cómo me sentía por tí. Para serte sincera, al oír a Kirishima decir que parecías celoso, me hizo pensar y darme cuenta que que no me desagrada como se sentía y más aún, me gustaba— Hana sonrió al recordar lo confusa que se sentía y a la vez lo avergonzada que estaba.

—¿Y piensas que voy a aceptar eso?— su voz irritada la hizo estremecer— No solo me olvidaste, sinó que te enamoraste de un idiota que no pudo ver que eres la única maldita mujer que vale la pena— Hana abrió la boca por la sorpresa y Bakugo sonrió—. Soy muy rencoroso. No te bastará con unos cuantos elogios el perdonarte.

— Eso... significa que...— no podía ordenar sus palabras y de repente se sintió avergonzada.

— Significa que te haré arrepentirte del momento en el que me olvidaste para cambiarme por un maldito bastardo— la tomó de las mejillas y la acercó peligrosamente a él. Hana cerró fuertemente los ojos esperando a ser besada, pero nada ocurrió. Al abrir los ojos lo vio sonreír con satisfacción—. Significa que te haré desearme, así como hiciste todo este tiempo— y la soltó.

Hana sonrió aún algo avergonzada, pero una macabra idea le vino a la mente.

— Entonces veremos quién cede antes al deseo.

Con esa simple declaración de guerra comenzó un juego de seducción que alguien iba a perder en muy poco tiempo.

Yo seré tu número 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora